lunes, 1 de agosto de 2016

Las oraciones del pequeño Tibet y Sani Nasjal


Mi frustración: Una invitación budista al autoconocimiento


“Los ríos, los picos nevados y los inmensos glaciares se funden con el cielo azul. En esta bella creación  no hay soberbia y  arrogancia, solo majestuosidad; La abrumadora inmensidad  evoca la efímera existencia  del ser y lo  invita a  desintegrarse para formar parte del todo que se desborda de nada.   Por un momento me quedo perplejo como si flotara en el espacio tiempo;  Las necesidades y los deseos se desvanecen,  entonces  vislumbro que hay algo más.
De un lugar como este se abstrae  en forma natural el budismo y ese algo mas que cautiva en la inmensidad es tal vez el Nirvana”


Desafortunadamente muchos de los festivales o rituales que toman lugar en diferentes partes del mundo,  hoy en día se han convertido en una atracción turística. En realidad es difícil encontrar un ritual donde el acceso a los participantes sea fácil o no se encuentre completamente concurrido por vacacionistas.
En muchas ocasiones estos festivales  se pueden apreciar  con poca o prácticamente nada de audiencia cuando existe un conflicto armado, alertas de pandemias o simplemente el lugar donde un evento  particular sucede  es muy remoto y de difícil acceso.
En el pequeño Tíbet como es conocida la parte norte de India en la zona de Ladakh, se celebran muchos festivales budistas durante el año, pero también es un lugar sumamente turístico.  La mayoría de los monasterios que se encuentran alrededor de Leh son visitados por turistas de todo el mundo especialmente durante el verano. 


Aun así hay lugares en esta área que todavía pueden ser visitados sin encontrarse con tantos viajeros. Uno de ellos es la zona de Sanzkar que cuenta con un pequeño monasterio llamado Sani en las cercanías de una pequeña población llamada Padum.  Esta población se encuentra a más de 17 horas en carro del aeropuerto más cercano en la ciudad de Leh y 11 de la pequeña ciudad musulmana de Kargil que cuenta con acceso carretero.



El monasterio de Sani está ubicado a una altura de más de 3,800 metros sobre el nivel del mar en el Himalaya.  Se presume que el mismo fue construido durante la edad del emperador Kanishka que gobernó en el segundo siglo de nuestra era. Yo me entere de su existencia hace algunos años en una visita que hice a India en el año del 2012, cuando un fotógrafo originario de Mumbai que se encontraba en Varanasi,  me conto sobre el monasterio   y de  la facilidad con que se puede penetrar  dentro del mismo, así como a  todos los recovecos de la edificación.  Me conto también de la cercanía con que uno puede observar las danzas de los enmascarados durante el festival Sani Nasjal sin una gran concurrencia.  Este evento  ocurre durante el final de Julio y principios agosto de cada año; o entre el día 15 y 20 del sexto mes tibetano.
Pasaron 3 años antes de que pudiera visitar este remoto lugar,  dándome mucho tiempo para hacer  una extensa investigación sobre su situación geográfica. Las dos opciones más viables para visitar esta área son por la ciudad de Srinagar o la pequeña población de Leh.  Srinagar se encuentra a unos 1,600 metros de altura y en cuestión de aclimatación es la mejor opción.  Aun así decidí llegar a Sanskar por medio de la población de Leh que se encuentra enclavada dentro del corazón del pequeño Tíbet a 3,600 metros de altura.   Siendo una persona que vive a nivel del mar, volar directamente a Leh pudiera causarme un fuerte o grave malestar de montaña, por lo tanto para llegar a este destino,  lo haría por tierra desde la gran Delhi. De esta forma me daría el tiempo suficiente para aclimatarme
Yo ya había visitado Ladakh en el año del 2006 y en aquel tiempo recorrí el camino de más de 470 km de  Manali a Leh en bicicleta sin soporte alguno. En aquella ocasión sufrí de un severo mal de montaña que me dejo en un estado totalmente confuso y calificaría también como grave a una altura de casi 5,000 metros en el paso de Baralacha La
Recuerdo de muy mala manera también que a menos de 3 meses de haber regresado a México,  me robaron la computadora donde estaba todo el material fotográfico de este hermoso camino, cuando la deje dentro de mi carro.  Tres cosas  aprendí  de todo esto. La primera sobre la importancia de contar con un soporte del material fotográfico,  la segunda  de no dejar cosas valiosas dentro de los vehículos y la tercera y  de vital importancia sobre  la aclimatación al pretender  subir a grandes alturas. 
Para llegar a Leh esta vez recorrería el mismo camino que hacía 9 años hice desde Manali,  reviviendo  momentos de  mi pasado y documentando fotográficamente todo aquello que había visto y perdido en imágenes.
Esta vez y por tener un vehículo con un chofer, decidí visitar Spitti. Una remota área a la que se llega tomando una desviación de la maltrecha carretera que comunica Manali con Leh.  Dicha desviación toma más de 8 horas  pasando por caminos de terracería  muy accidentados, pero con hermosos paisajes.  Además la desviación se toma  antes de entrar en la zona de los grandes pasos, dándome esto todavía más tiempo para adaptarme a las alturas en forma paulatina.

Después del primer y no tan alto paso llamado Rothang Pass (3,900 metros) tomamos dicha desviación para  así visitar Spitti por tres días. Ciertamente el camino para llegar a esta área del Himalaya era espectacular. Profundos valles y cañones rodeados de picos nevados y glaciares.  Desafortunadamente una vez más el mal de montaña  hizo presencia en mí, después de  tomar el paso de Kunzum La de 4,550 metros de altura y del cual  no hable con el chofer debido a su muy limitado inglés y también por una mala investigación del terreno de mi parte.  Al llegar al hotel de la pequeña población de Kaza que  estaba a casi 4,000 metros de altura pase una noche terrible entre un agudo dolor de cabeza y vómitos.

  Aun con la desorientación que causa el mal de montaña pude vislumbrar cual era mi estado, cuando un trabajador del hotel me dijo:  “Estaré al pendiente toda la noche. Cualquier cosa que necesites házmela saber y llamaremos a un doctor.  No te preocupes vas a estar bien”.







Después de varias horas de mal dormir y medio descansar,  desperté antes del amanecer sintiéndome mucho mejor.  El vómito se había acabado y solo tenía un poco de malestar en mi cabeza. Salí a caminar con lentos y cuidadosos pasos por la pequeña población para ver la primera luz del alba sobre las montañas, pero en forma inusual en esta parte del año estaba nublado y lloviendo en pequeñas y cortas tormentas en diferentes puntos.  Para el alba el cielo se empezaba a despejar poco a poco, revelando a los picos en las alturas con nieve fresca y pequeños rayos de luz que salían de entre las nubes adornaban con sus retazos de brillo las hermosas vistas.  Salí entonces a muy tempranas horas  con el chofer para  visitar el hermoso monasterio de Ki el cual fue fundado hace  1,000 años aproximadamente y que  descansa espectacularmente  en la parte alta de una relativamente pequeña meseta   en  uno de las caras del valle.  Llegamos justo cuando los monjes empezaban a orar con sus canticos dando un aire de majestuosidad y misticismo al ya de por si enigmático ambiente.

Pase un rato en la puerta del monasterio viendo las oraciones mientras un monje les servía te chai con sal al resto de los monjes.  Después de las oraciones el chofer y yo salimos  hacia el monasterio kibber que se encuentra camino arriba  a unos 4,200 o 300 metros de altura. El monasterio kibber se encuentra en medio de una pequeña aldea sin el mismo aire místico de Ki, pero igualmente bello  y diferente por ese tono rural con que la vida se desenvolvía entre las pequeñas casas construidas de piedra.
Los monjes cocinaban queso con leche de Yak y azúcar, mientras otros amigablemente me  dejaron  visitar diferentes áreas del monasterio,  enseñándome  los utensilios religiosos que utilizan para sus ceremonias, los cuales siempre se encontraban en algún rincón sin que se les prestara mayor importancia o reverencia en un ambiente muy relajado.
Al regresar por la tarde al hotel decidí quedarme un día más para visitar el monasterio de Dhankar que se encuentra a dos horas en carro  desde Kaza y el cual según me decían estaba construido en forma espectacular a las orillas de un acantilado.  Desgraciadamente la lluvia de la madrugada anterior había destruido el camino que llevaba a este monasterio, y el tiempo que tomaría repararlo era de  pronóstico reservado. Dada las circunstancias el chofer y yo partimos a tempranas horas de la mañana para retomar  la ruta hacia  Leh pasando  una noche en Keylong. 

Horas antes de entrar en el camino principal entre Manali y Leh,  quedamos atrapados  debido a las reparaciones del camino que nos había llevado a Kaza, pues el agua que corría desde  las montañas hacia el rio había destrozado esta parte de la ruta por las intensas lluvias que habían ocurrido  mientras yo batallaba con el mal de montaña. Entre las varias personas que viajaban  en dirección opuesta a la nuestra  y que se encontraban dispersos entre los diferentes medios de transporte,  corría el rumor de que el camino de Manali a Leh también se encontraba destrozado y que podía quedar listo mañana, pasado o tal vez en semanas.  Por un momento sentí una gran frustración pues me di cuenta que era posible que no llegara a tiempo a Sanskar  para el festival Sani Nasjal.                                    
                                                                 
Haciendo una pausa a la frustración me di cuenta que el objetivo  más importante en el momento era  salir de ahí y llegar a Keylong, por lo tanto debía tener paciencia.  Finalmente y después de algunas horas pudimos seguir con nuestro camino  para pasar la noche en la población planeada en el itinerario.  Durante la cena uno de los trabajadores del hotel me confirmo que el camino hacia Leh se encontraba seriamente dañado debido que un puente se había derrumbado por una tormenta muy fuerte que había ocurrido tan solo hacía dos  días. Aparentemente las lluvias que destrozaron el camino hacia el monasterio, el camino a Keylong y ahora a Leh, había sido una gran sistema de nubes que se descargaron  en un extenso terreno montañoso causando grandes daños. 

Entre los choferes que iban y venían, uno me informo que el camino de Leh hacia Padum se encontraba dañado en varios puntos y que unas personas se habían quedado atrapadas en Sanskar por más de una semana.  En esta ocasión la frustración se apodero de mí en sobremanera y hasta pensé en regresar a Manali para de ahí organizar mi retorno a México.
A la mañana siguiente decidí que lo mejor era esperar y una vez más usar la  paciencia que me inspiraba el relajado ambiente del pueblo. Así pase dos días en espera  hasta que las buenas noticias llegaron.  Una vez retomado el camino el sol brillo nuevamente y los espectaculares paisajes que había visto años antes  parecían inertes en el tiempo.   A diferencia de la última vez, había menos dhabas  en la ruta. Las cuales son tiendas donde se vende  comida y  proporciona hospedaje siendo regularmente los Ladhakis quienes ofrecen este tipo de servicio. También se veían menos   nómadas a quienes  había visto en pequeños grupos por algunos de los valles en el 2006. 
Finalmente llegue a Leh y  ahí me despedí de  mi chofer, debido a las regulaciones del gobierno en cuanto a sindicatos de transporte y lugares donde estos pueden operar etc. Una vez logrado esta primera meta me sentí revigorizado y empecé a investigar cual era la situación del camino a Sanzkar.  Con un gran respiro de alivio para mi estado de ánimo,  los rumores habían sido ciertos. El camino estuvo  obstaculizado por las lluvias y derrumbes de las inusuales tempestades que habían estado azotando a las montañas, pero en ese momento era transitable nuevamente.  

Pase tres días completos en Leh visitando los turísticos pero hermosos monasterios que rodean al pueblo. Trataba de llegar a tempranas horas de la mañana para ver las oraciones matutinas pero era imposible no toparse con grupos de turistas como en el monasterio Thiksey.  Aun siendo esta área tan visitada por Hindúes y extranjeros de todo el mundo,  tuve la suerte de ver a unos monjes rezando en el monasterio Hemis en un ambiente de paz y sin visitantes.  


Definitivamente la belleza de Leh es un tónico para el alma y las comodidades  vitamínicas para la recuperación  del cuerpo; Pues es como  un pequeño oasis en medio de los Himalaya con hermosas vistas de las montañas y monasterios,  donde  también hay  hoteles, restaurants con comida occidental, cafés, gente, mercados y para quienes les interesan tiendas de todo tipo de suvenires que son administradas por lo general por los musulmanes cachemiros.



En cuanto al viaje mismo, esta tercera etapa me tomaría 6 días  hasta mi retorno a Leh. Dos días para llegar, pasando una noche  por la ciudad musulmana de Kargil y después tomar un camino rural que me llevaría a Padum. Dos días de festival y dos días para retomar el mismo camino que me llevaría de regreso. Debido a las inusuales lluvias que ocurrían en esta parte del año me encontraba nervioso pues podría no llegar al festival o quedarme atrapado en el camino por varios días y así perder mi vuelo a Delhi y de ahí mis conexiones que me traerían  a México.

En cuanto al viaje mismo, esta tercera etapa me tomaría 6 días  hasta mi retorno a Leh. Dos días para llegar, pasando una noche  por la ciudad musulmana de Kargil y después tomar un camino rural que me llevaría a Padum. Dos días de festival y dos días para retomar el mismo camino que me llevaría de regreso. Debido a las inusuales lluvias que ocurrían en esta parte del año me encontraba nervioso pues podría no llegar al festival o quedarme atrapado en el camino por varios días y así perder mi vuelo a Delhi y de ahí mis conexiones que me traerían  a México.

Después de esos dos largos y también increíblemente espectaculares días llegamos a Padum. El paisaje entre Leh y Kargil era predominantemente pedregoso con caudalosos ríos que corrían en algún costado del camino. Las poblaciones eran  budistas y había pequeños molinos de oración en  nichos de diferentes tamaños al pie de alguna edificación o entrada de un monasterio. Poco a poco las poblaciones se empezaron a tornar  al Islam donde se veían algunas hermosas y en ocasiones no tan hermosas Mezquitas donde hombres vestidos de blanco con la taqiya en  la cabeza caminaban de aquí para allá haciendo su vida diaria.

Al llegar a la ciudad de Kargil había un fuerte resguardo militar debido a la cercanía con la muy tensa frontera con Pakistán.  De hecho entre toda esa historia de adversidad política que han tenido estas dos naciones  desde sus respectivas  creaciones como países independientes en 1947,  hubo una infiltración por parte del ejército pakistaní en el año de 1999 la cual fue repelida por el ejército de la India en un conflicto que duro desde Mayo 3 a Julio 26 del mismo año. 



Al otro día partimos de  la no muy hermosa ciudad de Kargil  adentrándonos por caminos de tierra  en un paisaje igualmente pedregoso pero con una delgada capa pasto verde que cubría los valles y las montañas,  las cuales cambiaban al blanco cuando la hierba  se encontraba con un glaciar.   Las vistas una vez más eran espectaculares y los largos caminos se acortaban en tiempo por esa abrumadora  belleza que me mantenía ocupado.  Las distantes mezquitas fueron desapareciendo poco a poco del escenario para entrar nuevamente en dominios budistas. Monasterios y molinos de oración dominaban los primeros planos. Nómadas iban y venían con cargas de estiércol que utilizan como combustible para cocinar y calentarse. Otros se encontraban asentados en campo abierto según Mehmet por el  verano,  donde sus animales pastaban mientras ellos hacían quesos.  Entre inmensos paisajes que dan la sensación de sentirse suspendido en el espacio tiempo como tal vez sea  el nirvana, avanzamos poco a poco hasta llegar finalmente a Padum.

Después de dos semanas que me tomo el proceso de aclimatación y traslado,  donde en más de dos ocasiones veía como se desvanecía frente a mis ojos la meta de llegar a Padum  para asistir al festival Sani Nasjal, ahora me encontraba finalmente en este  paraíso budista donde la cruz de los valores cristianos con que fui educado no parecieran tener un lugar o pertenencia en este mundo tan diferente.  El budismo y la lejanía se respiraban en todo momento y lugar. Estaba finalmente ahí, en ese lugar que solo me podía imaginar cuando estaba en México.  Como si este sistema montañoso y su gente fuera solo un capricho de mi imaginación donde las circunstancias climáticas querían que así permaneciera;  Como una ilusión de mi mente.


Era hora de enfocarse y disfrutar este festival budista para el que había viajado. El  Sani Nasjal se realiza durante la floración de la flor Guro Neropa y de hecho la estatua Neropa sale del monasterio en las vísperas del festival, donde  los lamas  realizan las danzas de los enmascarados como una ofrenda. 





El primer día del festival se dan lugar tan solo algunas oraciones y no muy espectaculares danzas. De hecho no hay mucha concurrencia en el patio frente al monasterio donde toman lugar las mismas.  De cualquier manera me traslade desde Padum a la todavía más pequeña aldea de Sani donde se encuentra el monasterio desde las 7 de la mañana.



Los monjes se encontraban sentados desayunando en el césped del patio justo a un costado del monasterio.  Me presente con ellos y tuvimos algunas cortas y muy limitadas conversaciones debido a  que yo solo hablo inglés o español y ellos muy poco inglés. De cualquier forma fueron muy amigables ofreciéndome te chai y pan con queso de leche de Yak.
Entre con ellos a la sala de oración mientras los monjes hacían lo suyo y   yo era el único visitante. Después pase a la cocina para almorzar algo con algunos lamas y me quede hasta el atardecer para ver algunas insípidas danzas.

Al otro día me levante muy temprano para tomar un buen sitio durante el festival, pues sabía que esta vez sería diferente al aire casual del día anterior.   De hecho  muchos nómadas y aldeanos llegaban al monasterio desde muy temprano.  Más tarde llegaron algunos pocos fotógrafos y turistas occidentales que entraban a la sala de oración junto con los peregrinos que rodeaban la parte interior del monasterio mientras oraban y reverenciaban las imágenes y estatuas. 

Poco a poco el patio se fue llenando y sin darme cuenta quede fuera de la primera línea para poder ver a los danzantes que ya empezaban a salir.  Debido a que había pasado muchas horas en el monasterio el día anterior, lo conocía bastante bien como para quedarme fuera de las danzas y es por eso que salí de en medio de la pequeña pero compacta multitud y tome una diminuta puerta  en la parte trasera del monasterio  que me comunicaría  por un  largo y delgado pasillo hasta llegar a la puerta principal desde donde salían los danzantes al patio.

 Ya en primera fila podía ver cuando salían por mi costado izquierdo  los danzantes hermosamente ataviados  para ponerse a bailar justo en frente de mí,  moviéndose  con harmónicos ritmos  al sonido de los tambores,  las trompetas tibetanas y los platinos.

Me había tomado más de dos semanas desde Delhi para llegar a este lugar y atestiguar esas  danzas budistas que  tan solo durarían un par de mágicas  horas.

Al siguiente día partimos a las cuatro de la mañana  para retornar a Kargil y de ahí a Leh. Afortunadamente el clima fue favorable y sin contratiempos hasta la destinación, donde por la noche cayo otra tormenta que me dejo finalmente atrapado por dos días debido a que la pista de aterrizaje del pequeño aeropuerto se encontraba totalmente inundada.  





Durante la ligera pero constante lluvia que cayó durante la madrugada me di cuenta que algo ocurría, pues empecé a ver como muchas luces se prendían a la distancia y algunos vehículos subían a tierras altas, donde se encontraba mi hotel.   El sonido del rio que se escucha siempre desde cualquier punto del pueblo se hizo más fuerte y empezó a ser evidente que estaba moviendo grandes rocas dentro de su caudal. Salí entre la no muy fuerte lluvia al patio del hotel y fue entonces que me dijo uno de los trabajadores que en el 2010 en una lluvia similar hubo unas inundaciones que mataron a cientos de personas.


Entre las idas y vueltas que hice al pequeño aeropuerto para saber cuál era la situación de la pista conocí algunas personas que se encontraban en las mismas circunstancias y  que estuvieron caminando por las montañas en expediciones organizadas, quienes  me dijeron que algunas pequeñas aldeas que encontraron durante su regreso en las caminatas, habían sido arrasadas por las inundaciones y aludes. Quedando claro que el cambio climático afecta hasta los más remotos lugares del mundo.
Una vez que llegue a Delhi había perdido mi boleto de regreso México, pero por el deseo ya imperante de ver a mi familia compre un otro en forma inmediata y empecé con mi ya no tan aventurado, pero sí muy cansado regreso a casa.
Ahora que veo este viaje en retrospectiva hubo ciertas enseñanzas o una invitación.  ¿Qué era lo que realmente motivaba mi frustración? ¿Era todo una invitación al autoconocimiento?


No hay comentarios:

Publicar un comentario