jueves, 3 de noviembre de 2016

Día de Muertos





Un ritual a la vida

El miedo, nos hace volverle el rostro, darle la espalda a la muerte. Y al negarnos a contemplarla nos cerramos fatalmente a la vida


Así es como el escritor y premio nobel mexicano, Octavio Paz define nuestra vida en negación en su libro el laberinto de la soledad. 
Es por eso que el día de muertos puede ser más que un homenaje a la muerte, un homenaje a la vida.  Tal vez sugiere a los muertos que extrañan las esplendorosas y sutiles trivialidades de la vida, de las cuales nos perdemos los vivos. 
Este ritual prehispánico se ha celebrado por lo menos desde hace 3000 años y se mezcló sutilmente con las creencias católicas importadas por los españoles durante la conquista como el día de los fieles difuntos y todos los santos,  formando un harmónico sincretismo religioso.

El 1ro y 2 de Noviembre de cada año, México hace un gran homenaje a la muerte resaltando la vida. Tal vez en ese momento en que contemplamos la muerte, nos damos cuenta de la fragilidad de la vida, por lo tanto la exprimimos  y de ella sacamos fiesta y  colores.
Con un altar lleno de colores y mezclas de creencias católicas como del México antiguo que antes de la llegada de los españoles celebraron los aztecas, mayas, perepuchis y totonacas. Quienes creían que el destino del alma dependía del tipo de muerte a diferencia de un más allá que premia o castiga. Se espera al difunto con colores que los guíen como el anaranjado de la flor de cempaxúchitl  representando la luz  del sol precolombino y el violeta como señal de duelo en el catolicismo.  


Este ritual de muerte resalta los valores gregarios y las familias esperan reunidas durante la noche en que el muerto los visitara desde el más allá. La muerte se convierte en la parte central de la vida durante una noche.
Ofrendas  visten de colores a las tumbas y las flores de cempaxúchitl  destellan como aquella luz que se los llevo, pero esta vez desde aquí abajo para guiarlos y atraerlos de nuevo tan solo por una noche. En espera y sobre el lugar mismo que en que yacen sus restos mortales,  los aguardan sus imágenes en fotos, tal vez para que se acuerden de cómo eran cuando Vivian, junto con todas aquellas cosas y sabores que lo estimulaban a vivir.


Para los que peregrinamos por los panteones y por los caminos durante la noche en vigía, el frio y el cansancio denotan vida.  La sensación de paz frente a las veladoras  hace sentir lejanas y olvidadas sensaciones de  quietud, y es  entonces cuando  nos damos cuenta que hoy estamos vivos.
 Se celebra tal vez a la muerte porque durante la celebración en vigía el tiempo se detiene como en la  muerte misma y la pobreza se convierte en majestuosidad, el silencio reprimido en euforia y las  mascaras de la vida diaria se quedan en casa, para convertir a todos en uno mismo y sin diferencias sociales. Por esa noche celebramos llenos de vida  y desnudamos nuestra alma en  colores.  Muchos se embriagan y se dejan  llevar hasta el descontrol, pues entre más control se le aplica a la vida, más muertos se estamos, de modo  que hay que vivir, pues la celebración es para los que ya no están, no para que los que estamos ausentes en nuestra vida diaria. 


La primera vez que presencie está festividad fue en Noviembre de 1995.  En aquel tiempo era un estudiante universitario que vivía en Guadalajara; Estaba dispuesto y ansioso por ver el mundo, aunque desinteresado por ver el mundo al que pertenezco. En esos días ahorraba dinero para viajar  a Inglaterra e Italia y ver ese viejo mundo tan lleno de historia y monumentos que revelan una parte del pasado de occidente.
Un amigo de la universidad originario de Morelia, Michoacan me invito a ver esta celebración del día de muertos. Recuerdo  que me dijo: “Vas a ver algo que no veras en Europa”.  Y así fue…………la festividad del día de muertos revelo algo que nunca en mi vida había visto de mi propia cultura y también  despertó mi curiosidad por la parte mágica de nuestro país que muchos extranjeros ven y nosotros queremos negar a toda costa. En aquel tiempo me pareció algo mágicamente surrealista.  Los troncos   que salían del fondo del lago de patzcuaro a la superficie y que se convertían en antorchas iluminando el camino que debía seguir la embarcación hasta la isla de Janitzio entre la neblina de la fría madrugada de Noviembre.  Los colores en las tumbas y los indígenas velando a sus muertos abrían las puertas hacia la divinidad. 

El empinado ascenso por las escalinatas y callejones a través de la isla hasta llegar a los cementarios, la iglesia y finalmente la estatua del héroe libertador Morelos con la historia de su vida  narrada en murales en el interior y la cual avanza en el tiempo a medida que uno sube por unas escaleras en espiral que culmina hasta llegar a la antorcha que sostiene en su mano derecha y desde donde se domina el horizonte, revelo un recuerdo de mi infancia que se encontraba perdido en algún rincón de mi mente. Apenas era un niño de 5 años cuando visite este lugar con mi madre y unas tías en un viaje familiar.

En tan solo una noche en vela se revelo algo sutilmente mágico que no solo se había perdido en mi pasado personal, sino en el que nos pertenece a todos como hijos de un pueblo indigena.

Pasaron varios años en los que seguía pensando en el día de muertos en Patzcuaro y no fue hasta el año del 2010 en que regrese. La decisión  no fue sencilla y tuve que vencer muchos miedos, tal como lo hacemos cuando debemos enfrentar algo de nuestro pasado. En esta ocasión no se trataba de revivir un trauma, sino una bella y hermosa experiencia; El problema era que  la violencia en México ya había estallado y uno de los focos rojos del territorio nacional era y sigue siendo el estado de Michoacan.  Amigos me decían que estaba corriendo un riesgo totalmente innecesario y las historias de algunos secuestrados siempre se utilizaban en el argumento de convencimiento. En un intento de poner la situación en la balanza hice varias llamadas a distintas líneas de autobuses que llegaban a Patzcuaro y hoteles del lugar. Todas  las personas al otro lado del teléfono parecían hasta desconcertados por mis aparentemente absurdas preguntas, aunque no dudo eran y aun son  las preguntas de muchos  que desean visitar ese lugar.  Finalmente el inquebrantable deseo de asistir escucho lo que quería escuchar y tome un vuelo de la ciudad de La Paz  a Guadalajara para de ahí tomar un autobús a la pequeña población de Patzcuaro Michoacan.  


Todo el trabajo de logística y viaje de alguna manera se redujo a un fiasco cuando el taxista de la estación de autobuses me dijo que la gran festividad del día de muertos ya había ocurrido la noche anterior.  Había llegado el día 2 de Noviembre y todo había sido un error. La gran noche de día de muertos es la del día primero y la madrugada del 2. La noche del 2 quedan tan solo algunas familias velando hasta tempranas horas de la noche algunas cuantas tumbas. Le pedí al taxista que me llevara a la muy próxima población de tzin tzun tzan y ahí pase algunas horas durante la tarde y hasta el anochecer.  Tuve la oportunidad de platicar con algunas de las personas que velaban las tumbas de sus familiares y hasta adentrarme en momentos tan intimos como era la muerte de sus seres queridos, quienes en su ausencia les daban a oportunidad de convivir momentos tan cercanos y llenos de vida.

Despues de la larga espera de 365 días , regrese en el año del 2011 con tres amigos y visitamos ahora si la gran festividad. Ya  habían pasado 17 años desde aquellos momentos tan mágicos que viví con mi amigo de Morelia y en esta ocasión me pareció una fiesta con  fines comerciales. La isla de Janitzio se encontraba repleta de vendedores ambulantes y los cementerios con las hermosas vistas al lago de Patzcuaro, parecían el escenario de un circo. Los indígenas posaban para los fotógrafos  en las muy producidas tumbas de sus seres queridos, mientras ellos vestían sus mejores y más hermosos trajes tradicionales. Todo aquello tan mágico se había convertido en una especie de  truco publicitario. 

El cementerio de la pequeña población de Tzin Tzun Tzan todavía con toques hermosos y originales se encontraba muy concurrido,  totalmente iluminado con la pacifica luz de las velas y con historias que no había el tiempo de ser contadas por los vigías de las tumbas,  debido al gran torrente de personas y fotógrafos que circulaban por el cementerio.
En realidad es difícil revivir una experiencia porque tanto los lugares como las personas cambiamos.  Aquella mágica noche de 1995 nunca regreso, pero en el 2010 tuve la oportunidad de entrar en los círculos familiares y apreciarlos de una forma en que tal vez no lo hubiera hecho en mi juventud.  En el 2011 tal vez por la experiencia de la vida y por las cosas que he podido vivir, la bella capacidad de asombro se desvanece, aunque ciertamente la noche del día de muertos y el pasar del tiempo entre esas visitas hizo que me cuestionara  sobre la temporalidad de nuestras vidas y lo que hacemos con ellas.  Al final el día de muertos en unas ocasiones me hizo sentir vivo de alguna u otra manera o hizo que me cuestionara sobre la vida, de lo cual creo se trata está festividad. 


lunes, 29 de agosto de 2016

Sudeste Asiatico


Entre las ruidosas, congestionadas y calurosas calles de las ciudades del sudeste Asiático, se respira un contrastante ambiente de pasividad. De alguna extraña manera el ambiente es tan pacifico como el de la vida en los pequeños pueblos y aldeas del área. El día a día en este rincón del mundo   no delata en forma alguna el tormentoso pasado que vivió este apacible lugar hace más de 40 años.
Es decir la guerra de Vietnam contra los Estados Unidos, el genocidio de Pol Pot en Camboya y los constantes bombardeos del ejército  norteamericano en Laos para impedir que las tropas de Ho Chi Min llegaran al sur de Vietnam.
Hoy todavía se pueden ver algunos vestigios de ese pasado tortuoso, con los mutilados que deambulan por las calles de Camboya, quienes fueron víctimas de las minas instaladas en el campo por el jemer rouge, para evitar que su pueblo escapara hacia Tailandia de la cruel dictadura que ellos mismos habían impuesto.
También los proyectiles de los Estados Unidos que no estallaron en Laos, pero  que hoy en día son las campanas de las escuelas rurales, que irónicamente dejaron de ser  objetos destructivos,  para convertirse en  instrumentos de instrucción. 
Por otro lado el gran libertinaje heredado por las tropas estadounidenses en Tailandia, cuando estas descansaban del  servicio en Vietnam, han convertido en Bangkok en una ciudad pecaminosa donde mucho del turismo que los visita hoy en día es sexualmente retorcido.
Dejando aparte esas huellas del pasado y tomando en cuenta todo lo exótico que representa este rincón del mundo, este fue el lugar que escogimos como primer viaje en pareja  mi esposa Blanca y yo en el año del 2009.  Llegamos a Tailandia para pasar algunos días y después cruzamos por tierra hacia Camboya. Blanca regreso a México debido a que tenía que cumplir con las obligaciones de su trabajo y yo seguí solo por Vietnam y Laos.

Tailandia

Después de haber pasado prácticamente toda  la noche en vela pues nuestro vuelo había llegado desde Japón a las 2 de la mañana, no pudimos conciliar el sueño ya que había una mezcla de cansancio y  emoción que nos abrumaba, de tal manera  que  salimos a caminar por las calles de Bangkok a tempranas horas  de la mañana en un denso ambiente cargado de humedad.  El bullicio de las calles apenas empezaba a desarrollarse y recuerdo que entramos a un pequeño monasterio budista del cual desde la  ventana de un templo que se encontraba dentro del recinto, vimos a unos monjes orando frente a la dorada imagen de buda. Fue hasta ese momento que nos dimos cuenta que nos encontrábamos lejos de nuestro hogar presenciando a hombres de otro mundo haciendo sus primeros rituales religiosos del día.


Después de pasar un rato en el monasterio seguimos caminando por las calles de la estridente ciudad  y finalmente llegamos a las orillas del rio Cha Phraya en donde tomamos una embarcación que fungía como transporte público.  Por un instante me sentí transportado en el tiempo y parecía estar dentro de una de las películas de Bruce Lee  en medio de un ambiente de tráfico de embarcaciones que iban y venían por el rio.

Nos bajamos en uno de los tantos muelles o estaciones río abajo y caminamos entre las sucias calles del barrio chino, donde visitamos unos mercados y templos.

Así empezaba nuestro primer día en Tailandia y en este mundo que es conocido como el sudeste asiático


Laos

Realmente no tenía ni siquiera la idea de que visitaría Laos. Mi esposa se había regresado a México y yo ya estaba en Vietnam. Recuerdo que primeramente las calles de Hanói me parecieron intimidantemente congestionadas y las multitudes que estaban por todas partes en verdad me parecían sobrecogedoras. Visite varios sitios por el país como Ho ian, la bahía halong y las montañas de Sapa, pero de repente me di cuenta que ya estaba cansado de estar viajando y  todavía me quedaban varios días para esperar mi vuelo de regreso a casa.
Pensé en quedarme el resto de esos días en Hanói para descansar, ya que para ese momento le había encontrado un gran sabor al caos de esta ciudad y me movía con facilidad por todos lados.
Una mañana estaba en un café donde uno se tenía que sentar en unos pequeños bancos que se encontraban en una angosta banqueta viendo como pasaban por la calle motos, bicicletas, carros y personas cargando cosas sin cesar, cuando al desviar la mirada dentro del pequeño café , encontré  una canasta con libros y revistas. En una revista que particularmente me llamo la atención y que estaba escrita en inglés se  hablaba sobre Laos y lo pacifica que era la vida en este hermoso lugar. En ese momento me pareció tan apetecible que esa misma noche compre un boleto de avión en línea para salir  por la tarde siguiente hacia Luang Prabang en Laos.


La revista que describía la tranquilidad y la belleza de Luang Prabang se había quedado corta en palabras. Desde el instante mismo que salí del avión la velocidad era otra y se respiraba un apacible ambiente rural.  A la hora de pagar el visado al agente de migración no tenía conmigo Kips -que es la moneda local-, de tal manera que el agente me dejo salir fuera del aeropuerto para sacar dinero en un cajero automático, para después regresar y ponerme el visado una vez que lo hubiera pagado.
El pequeño pueblo de Luang Prabang se encuentra ubicado a las orillas del rio Mekong y tiene una gran influencia francesa en su arquitectura. Por un momento sentí que estaba en el pueblo de Santa Rosalia, Baja California Sur en México. Tierra natal de mi madre que también cuenta con una gran influencia francesa en su arquitectura, debido a la presencia de una compañía minera de Francia que se estableció en ese lugar a principios del siglo pasado.
Laos por otro lado había sido una colonia francesa y es por eso que tiene esa gran influencia en sus construcciones que se mezclan harmónicamente con la arquitectura asiática en sus templos budistas. Esa combinación arquitectónica es agradable a la vista con sutiles explosiones de sabor, como su cocina misma al paladar.
Al día siguiente salí a tempranas horas de la mañana para caminar por las calles del apacible pueblo y para mi sorpresa me encontré con muchas personas que se encontraban sentadas o de rodillas al pie de la calle.  Unos minutos más tarde una interminable hilera de monjes budistas caminaban por las calles con los pies descalzos y con una pequeña hoya de metal donde recogían ofrendas de los feligreses que se encontraban de rodillas. Estos les daban arroz principalmente, aunque también les daban frutas y algunos otros comestibles.
Los monjes daban vuelta a la izquierda por una calle para así realizar un gran círculo que abarcaba todo el centro del pueblo, regresando al mismo sitio donde los encontré la primera vez en más de 4 ocasiones.


Todo sucedió en un silencioso ambiente y tan solo en 20 minutos aproximadamente. Más tarde me entere que a este suceso se le llama la ceremonia de entrega de limosnas y sucede cada mañana en Luang Prabang.
De los 35 templos que se encuentran en la pequeña población salen los monjes a la calle en una gran hilera a recibir ofrendas de los creyentes de la religión budista.
Estuve entre cinco o seis días más en esta pequeña población y sus alrededores restaurando mi cuerpo, mi mente y mi espíritu tras un mes de viajar por esta parte del mundo.     

domingo, 14 de agosto de 2016

Djenne y el gran mercado del lunes


El pueblo apenas se iluminaba con los primeros rayos del sol. Las sombras y formas de las edificaciones de adobe se abrían y  cerraban a mi paso por las callejuelas, donde la vida del pequeño pueblo recién despertaba. Las carretas jaladas por burros y vacas hiban y venían a paso relajado en medio de los olores fétidos del drenaje que corría por las calles de tierra.
De pronto la gran mezquita se impone ante  mi,  en medio de una modesta explanada. Sus hermosos tonos de tierra cambiaban a medida que el sol avanzaba en el firmamento. Su grandeza abarcaba la vista, el espacio y parecía ser eterna.
Denotaba la misma soberbia de la miseria que domina a este país, pues se impone ante todo lo demás.


Los días de las danzas del dogon habían quedado atrás, así como nuestra visita al puerto de Mopti en el Rio Níger y esta vez Blanca y yo nos dirigimos hacía la pequeña población de Djenne

Djenne es hoy en día un pequeño pueblo en las orillas del rio Bani que se comunica fácilmente con el rio Níger. En el siglo XV fue una ciudad de gran importancia comercial junto con Timbuktu y su fundación se ubica en el siglo IX de nuestra era aproximadamente. Hoy en día, como desde la antigüedad sigue la tradición del gran mercado de los lunes, que atrae mercaderes desde todas las direcciones del país para vender y comprar productos frente a la monumental mezquita de adobe que simboliza y enorgullece, a este pequeño y pintoresco pueblo.

Esta edificación es la más grande en el mundo en su tipo. Las construcciones hechas con adobe son una forma tradicional de erigir casas, graneros y mezquitas en el área desde tiempos remotos. El sultán Koi Konboro quién gobernó en el siglo X, es el responsable de construir esta mezquita, pues al convertirse al Islam decidió hacer un templo para los ahora nuevos creyentes.

En el siglo XIX Sekou Amado dejo la mezquita expuesta a los elementos sin ningún tipo de mantenimiento y esta se destruyó rápidamente debido a las lluvias que azotan el área durante los meses de verano. La mezquita actual se levantó nuevamente entre 1906 y 1909, y es básicamente igual a la antigua tanto en diseño como en dimensiones. Hoy en día para evitar que los elementos destruyan esta monumental obra, todo el pueblo participa en un ambiente de fiesta en el emplastado anual de la mezquita, justo antes de la temporada de lluvias. Todo bajo la supervisión de un constructor elegido que conozca bien el tradicional arte de la mezcla exacta de tierras, paja y agua para que el emplastado sea lo más duradero posible.





Blanca y yo llegamos en un viernes por la tarde y nos hospedamos en un hotel de la población vecina de Djenne Djenno, que se separa de Djenne tan solo por las aguas del rio Bani, uniendo las dos pequeñas poblaciones por un medio de un modesto puente.

El sábado salí poco antes del amanecer hacía Djenne. Pues según me dijeron me tomaría media hora llegar caminando hacia la parte central del pueblo y quería aprovechar los primeros rayos del sol, sobre la mezquita para apreciar esta hermosa construcción con los dramáticos colores y sombras que proporcionan estos primeros minutos de luz, además de que no habría mucho movimiento siendo este lugar -por así decirlo- el ombligo del pueblo.

La experiencia de caminar entre las callejuelas de este grupo de construcciones de adobe fue muy peculiar y me parecía ser parte del escenario de una película de época, pues la gente se movía con su ganado, carretas, etc. empezando su vida diaria en un mundo totalmente desconocido para mí.





Al llegar al centro del pueblo donde se encuentra la gran mezquita de Djenne, empecé a tomar fotografías de la fachada, la cual cambiaba en colores minuto a minuto a medida que el sol subía por el firmamento. Recuerdo que un hombre se me acerco diciéndome que era un guía y que me podría introducir dentro del templo poniendo un precio a sus servicios que incluían la “cooperación” al almuédano para dejar entrar a la mezquita a un infiel.

Rápidamente me di cuenta que se trataba de un pobre vendedor de café con pinta de vago que pretendía ser un guía de turistas, pero igualmente acepte porque independientemente de la religión nunca esta demás ayudar a los necesitados y este hombre era evidente que necesitaba una ayuda.

En unos cuantos segundos entramos dentro del sagrado recinto durante el fáyr que es la primera de las cinco oraciones del Islam, la cual se hace durante el alba o antes del alba. Encontramos a unos cuantos ya rezagados oradores dentro de la mezquita y el almuédano salió a nuestro encuentro para recibir la “cooperación”. Aun sin entender y saber cuál de las tantas lenguas que se hablan en Mali articulaban estos dos hombres, pude darme cuenta que había una discrepancia entre lo que el almuédano quería y el supuesto guía le quería dar en términos monetarios.



En realidad me pareció de pésimo gusto que estos dos hombres se alzaran la voz dentro de un enclave religioso y es por eso que empecé a caminar entre los muchos pilares de madera recubiertos en adobe de esta peculiar mezquita, viendo como los creyentes rezaban con tanta fe sus primeras oraciones a pesar de la acalorada discusión de dinero que mantenían el codicioso almuédano y el pobre hombre de la calle. 

Dejando atrás las fuertes voces me enfoque en los murmullos de fe de los oradores mientras me extasiaba al ser testigo de este ritual religioso en un muy único lugar.Finalmente cuando llego el momento de salir me di cuenta que al pobre vendedor de café, el representante de dios en la tierra que se ocupa de las necesidades de los afligidos, le había quitado hasta el último franco del oeste africano. Así pues me di cuenta que a pesar de las discrepancias religiosas entre el Islam y el cristianismo hay valores fundamentales que unen a estos charlatanes de la fe y es por esto que me sentí obligado en ayudarlo con un poco más de dinero, pagando un precio muy alto por un terrible servicio de guías.



Entre la apacible vida del pueblo y las comodidades de nuestro hermoso y apetecible hotel esperamos dos días a que llegara el lunes para presenciar otro ritual más. El del mercado del lunes.

Desde tempranas horas de la mañana salimos del hotel para ver como llegaban carretas y más carretas que cruzaban el puente para entrar en la pequeña población levantando una gran nube de polvo que cubría todo.

Llegamos a la gran mezquita y los vendedores empezaban a armar sus improvisados puestos justo frente al gran templo. Unos ofrecían modestas y bastante deshidratadas verduras, otros pollos y chivos con muy poca carne. Muchos más ofrecían servicio de comida como te, café, huevos cocidos, arroz etc. Otros ofertaban artesanías, máscaras y pequeños artículos de la vida diaria. Atravesamos todo el mercado para llegar a otra entrada del pueblo donde vimos una gran y prácticamente interminable hilera de personas que llegaban caminando, montando burros, otros con carretas jaladas por ganado, dromedarios, etc. Unos llevaban granos e improvisadas jaulas hechas de palos de madera donde llevaban sus desnutridas gallinas.


Estuvimos algunas horas más para finalmente organizar nuestro transporte que nos llevaría en dos días a la frontera de Mali con Burkina Faso y de esta manera empezar con nuestro largo retorno a México.


lunes, 8 de agosto de 2016

Harmandir Sahib . Templo dorado




El calor y la humedad me hacen sentir atrapado en medio de un aire denso; Las gotas de sudor que corren por mi rostro mojan mis labios sintiendo un sabor salitroso.
Apenas y cruzo el umbral de los portones entrando al hermoso recinto, las bellas y harmónicas melodías que emanan del palacio, se sienten como una brisa refrescante para el alma. El magnánimo templo  pareciera flotar en medio de una laguna, donde su reflejo da la impresión de desvanecerse en el espacio tiempo. Como si fuera una seductora ilusión producida por el subyugante calor.

Estuve en  India por primera vez en el año del 2006 y en esa ocasión viaje por el subcontinente asiático por dos meses entre el norte de India y Nepal.  Era prácticamente el final de mi peregrinaje por este exótico y único lugar cuando decidí tomar el tren desde la ciudad de Delhi rumbo a Amristar en el estado de Punjab con el único objetivo de conocer el templo dorado o Harmandir Sahib como se le conoce en la India. 

Harmandir Sahi es el lugar o templo más sagrado de la religión Sij, la cual fue fundada por el Gurú Nanak, en su intento de unir a los hombres quienes eran separado por las conyunturas de la religión musulmana e hinduista principalmente. Cuando menos en esa parte del mundo.

Gurú Nanak hizo un viaje por el Tibet, Sri Lanka, Bengala, La Meca y Bagdad en el siglo XV de nuestra era y fue en este viaje que se le conoce como udasis que predico sobre su nueva religión y la existencia de un solo dios acumulando miles de seguidores.

Las enseñanzas del Sijismo se basan en las doctrinas de los 10 gurús, siendo Gurú Nanak el primero de ellos. Estas enseñanzas difunden como forma principal este valores:

Ver a Dios en cada uno; entender y practicar la igualdad entre todas las razas independientemente de la casta, la religión, el color de piel, el estatus, la edad, el género, etc.

Recordar a Dios todo el tiempo, siempre prácticar el simran (remembranza de Dios), ser primordial, virtuoso, misericordioso, generoso, valiente y creador de todo, estar siempre al tanto de su persona y actuar en consecuencia. 


Valorar y respetar los ideales positivos, como la verdad, la compasión, la alegria, la humildad, el amor, etc 

La suspresión de los males internos como la lujuria, la ira, la codicia, el apego material, el egoismo, etc

El varón debe de llevar una vida productiva, honesta y pacifica como cabeza de familia;
trabajar diligentemente mientras mantiene la imagen de Dios dentro de si. 

Practicar o participar en el servicio desinteresado (sewa), ayudar a construir una vida comunitaria de amor y contribuir con la sociedad siempre que sea posible. 

Estar preparado para proteger y representar los derechos de los débiles para luchar por la justicia y la equidad para todos.

Estar preparado para proteger y representar los derechos de los débiles para luchar por la justicia y la equidad para todos.

Aceptar siempre la voluntad de Dios.



El palacio dorado fue construido por el Gurú Arjan Dev en el año de 1588 finalizando el mismo en 1604. Cuenta con cuatro entradas que representan los cuatro puntos cardinales como simbolismo de la apertura de esta religión a todos los hombres y mujeres de cualquier lugar, creencia o religión. 

Aunque para entrar a este templo solo puede hacerse cruzando un puente que atraviesa un lago artificial que es conocido como la piscina del néctar.

Yo visite este sitio durante el caluroso mes de Septiembre y la piscina del néctar no podía ser mas apetecible para mí. Aun así y con toda la apertura de esta religión, decidí guardar las formas.

Uno de los requisitos para visitar este inmaculado lugar es la de llevar la cabeza cubierta y no entrar con zapatos. Es por eso que cuando llegue a las afueras del templo y antes de entrar al hermoso recinto, los guardias del lugar me apuntaron hacia una cesta donde se encontraban muchos turbantes utilizados por diferentes peregrino, de donde tome uno. Recuerdo muy bien que el turbante estaba empapado con el sudor de alguien más, mezclándose con el mío, pues la humedad y el calor de la ciudad me tenían bañado en mí propia transpiración. Justo en la entrada había una pequeña pila hecha de mármol blanco con agua de tan solo unos 3 cm de profundidad en la cual debían entrar los pies de los peregrinos y que era reemplazada cada tantos minutos. 

Desafortunadamente cuando yo entre, el agua estaba a punto de ser reemplazada y por lo tanto ya se encontraba totalmente sucia. Al mismo tiempo los chorros de sudor que salían de mi frente, cubierta con el ya usado y mugriento turbante que llevaba puesto, corrían por mi cara llegando hasta mis labios, saboreando el salado sabor de las transpiraciones ya mezcladas. Para ese momento tenía ya una sensación nauseabunda; La cual desapareció en forma inmediata al respirar la paz y la tranquilidad que irradiaba en el interior del recinto, que se entremezclaba con la bella y melódica música que salía desde el interior del templo dorado. El cual parecía flotar en la piscina del néctar donde algunos peregrinos se bañaban, entre el reflejo del Harmandir Sahib. 

Recuerdo que entre los peregrinos que estaban dentro del agua, había un niño que llevaba su daga en el turbante. Cabe mencionar que la daga es uno de los cinco artículos de la fe Sij debe de llevar consigo. Es decir Ke (pelo sin cortar nunca), Kangha (peine de madera), Kara (brazalete de acero), Kirpan (espada que ahora se ha transformado en una daga y la cual debe de ser usada para defensa propia o de un tercero) y Kachhehra (pantalones bombachos  de algodón).


Después de una corta caminata sobre los pasillos perimetrales que rodeaban la piscina, finalmente cruce el muy transitado puente que llevaba hacía el templo del cual emanaban dulces y algo así como enigmáticas melodías que calmaban el ansia que pudiera llevar cualquiera consigo. Al entrar fingí que apagaba mi cámara pues dentro de las simples reglas de respeto que se exigen al visitar el sagrado lugar, está la de no tomar fotografías.

Aun así y siendo tremendamente irrespetuoso, nunca apague mi cámara, la cual llevaba colgada en mi cuello con el lente apuntando hacia enfrente. Así dentro de una de las bolsas de mi pantalón llevaba un disparador que se conectaba por medio de un cable que estaba bajo mi ropa con la camará. De esta forma viole las reglas de respeto para tomar fotografías. Honestamente no me sentía precisamente orgulloso de ello. Lo único que podía pensar (y sigo pensando) al respecto es que el hecho de tomar fotografías de nosotros los seres humanos en actos religiosos y de fe es algo verdaderamente digno de ser documentado fotográficamente. 



Recuerdo también que al salir del lugar y ya alistando mis cosas dentro del hotel, para tomar el tren nocturno hacia Delhi, me era imposible no pensar que en tan bello y pacifico lugar haya ocurrido un hecho tan fatídico como el que sucedió en 1984. Conocida como la operación Blue Star que se puede resumir básicamente en una matanza infringida por parte del gobierno de Indira Gandhi que intentaba sofocar un movimiento independentista por parte de los Sijs, pues el líder de dicho movimiento independentista por parte de los sijs, pues el líder de dicho movimiento Jarnail Singh Bhindranwale y sus seguidores se escondieron dentro del palacio dorado durante aquellos tiempos. Entre los días 3 y 6 de Junio de ese año, el ejército asalto el recinto para sacar a los revoltosos de su sagrada guarida, acabando esto con un saldo rojo de más de 500 muertos entre independentistas, soldados y peregrinos. 

Los Sijs tomaron esto como una verdadera profanación a su inmaculado templo por parte del gobierno, acto que  debería de ser saldado con sangre y que termino siendo la sangre de la misma primera ministra Indira Gandhi la que ajustaría cuentas, ya que al final fue asesinada por su propia guarda personal quienes practicaban la religión Sij. 


Cuando pienso en la belleza de los seres humanos haciendo rituales de fe o cometiendo actos innombrables de violencia o brutalidad en nombre de la fé, no se qué pensar. Una de esas tantas dualidades de nosotros como especie.

lunes, 1 de agosto de 2016

Las oraciones del pequeño Tibet y Sani Nasjal


Mi frustración: Una invitación budista al autoconocimiento


“Los ríos, los picos nevados y los inmensos glaciares se funden con el cielo azul. En esta bella creación  no hay soberbia y  arrogancia, solo majestuosidad; La abrumadora inmensidad  evoca la efímera existencia  del ser y lo  invita a  desintegrarse para formar parte del todo que se desborda de nada.   Por un momento me quedo perplejo como si flotara en el espacio tiempo;  Las necesidades y los deseos se desvanecen,  entonces  vislumbro que hay algo más.
De un lugar como este se abstrae  en forma natural el budismo y ese algo mas que cautiva en la inmensidad es tal vez el Nirvana”


Desafortunadamente muchos de los festivales o rituales que toman lugar en diferentes partes del mundo,  hoy en día se han convertido en una atracción turística. En realidad es difícil encontrar un ritual donde el acceso a los participantes sea fácil o no se encuentre completamente concurrido por vacacionistas.
En muchas ocasiones estos festivales  se pueden apreciar  con poca o prácticamente nada de audiencia cuando existe un conflicto armado, alertas de pandemias o simplemente el lugar donde un evento  particular sucede  es muy remoto y de difícil acceso.
En el pequeño Tíbet como es conocida la parte norte de India en la zona de Ladakh, se celebran muchos festivales budistas durante el año, pero también es un lugar sumamente turístico.  La mayoría de los monasterios que se encuentran alrededor de Leh son visitados por turistas de todo el mundo especialmente durante el verano. 


Aun así hay lugares en esta área que todavía pueden ser visitados sin encontrarse con tantos viajeros. Uno de ellos es la zona de Sanzkar que cuenta con un pequeño monasterio llamado Sani en las cercanías de una pequeña población llamada Padum.  Esta población se encuentra a más de 17 horas en carro del aeropuerto más cercano en la ciudad de Leh y 11 de la pequeña ciudad musulmana de Kargil que cuenta con acceso carretero.



El monasterio de Sani está ubicado a una altura de más de 3,800 metros sobre el nivel del mar en el Himalaya.  Se presume que el mismo fue construido durante la edad del emperador Kanishka que gobernó en el segundo siglo de nuestra era. Yo me entere de su existencia hace algunos años en una visita que hice a India en el año del 2012, cuando un fotógrafo originario de Mumbai que se encontraba en Varanasi,  me conto sobre el monasterio   y de  la facilidad con que se puede penetrar  dentro del mismo, así como a  todos los recovecos de la edificación.  Me conto también de la cercanía con que uno puede observar las danzas de los enmascarados durante el festival Sani Nasjal sin una gran concurrencia.  Este evento  ocurre durante el final de Julio y principios agosto de cada año; o entre el día 15 y 20 del sexto mes tibetano.
Pasaron 3 años antes de que pudiera visitar este remoto lugar,  dándome mucho tiempo para hacer  una extensa investigación sobre su situación geográfica. Las dos opciones más viables para visitar esta área son por la ciudad de Srinagar o la pequeña población de Leh.  Srinagar se encuentra a unos 1,600 metros de altura y en cuestión de aclimatación es la mejor opción.  Aun así decidí llegar a Sanskar por medio de la población de Leh que se encuentra enclavada dentro del corazón del pequeño Tíbet a 3,600 metros de altura.   Siendo una persona que vive a nivel del mar, volar directamente a Leh pudiera causarme un fuerte o grave malestar de montaña, por lo tanto para llegar a este destino,  lo haría por tierra desde la gran Delhi. De esta forma me daría el tiempo suficiente para aclimatarme
Yo ya había visitado Ladakh en el año del 2006 y en aquel tiempo recorrí el camino de más de 470 km de  Manali a Leh en bicicleta sin soporte alguno. En aquella ocasión sufrí de un severo mal de montaña que me dejo en un estado totalmente confuso y calificaría también como grave a una altura de casi 5,000 metros en el paso de Baralacha La
Recuerdo de muy mala manera también que a menos de 3 meses de haber regresado a México,  me robaron la computadora donde estaba todo el material fotográfico de este hermoso camino, cuando la deje dentro de mi carro.  Tres cosas  aprendí  de todo esto. La primera sobre la importancia de contar con un soporte del material fotográfico,  la segunda  de no dejar cosas valiosas dentro de los vehículos y la tercera y  de vital importancia sobre  la aclimatación al pretender  subir a grandes alturas. 
Para llegar a Leh esta vez recorrería el mismo camino que hacía 9 años hice desde Manali,  reviviendo  momentos de  mi pasado y documentando fotográficamente todo aquello que había visto y perdido en imágenes.
Esta vez y por tener un vehículo con un chofer, decidí visitar Spitti. Una remota área a la que se llega tomando una desviación de la maltrecha carretera que comunica Manali con Leh.  Dicha desviación toma más de 8 horas  pasando por caminos de terracería  muy accidentados, pero con hermosos paisajes.  Además la desviación se toma  antes de entrar en la zona de los grandes pasos, dándome esto todavía más tiempo para adaptarme a las alturas en forma paulatina.

Después del primer y no tan alto paso llamado Rothang Pass (3,900 metros) tomamos dicha desviación para  así visitar Spitti por tres días. Ciertamente el camino para llegar a esta área del Himalaya era espectacular. Profundos valles y cañones rodeados de picos nevados y glaciares.  Desafortunadamente una vez más el mal de montaña  hizo presencia en mí, después de  tomar el paso de Kunzum La de 4,550 metros de altura y del cual  no hable con el chofer debido a su muy limitado inglés y también por una mala investigación del terreno de mi parte.  Al llegar al hotel de la pequeña población de Kaza que  estaba a casi 4,000 metros de altura pase una noche terrible entre un agudo dolor de cabeza y vómitos.

  Aun con la desorientación que causa el mal de montaña pude vislumbrar cual era mi estado, cuando un trabajador del hotel me dijo:  “Estaré al pendiente toda la noche. Cualquier cosa que necesites házmela saber y llamaremos a un doctor.  No te preocupes vas a estar bien”.







Después de varias horas de mal dormir y medio descansar,  desperté antes del amanecer sintiéndome mucho mejor.  El vómito se había acabado y solo tenía un poco de malestar en mi cabeza. Salí a caminar con lentos y cuidadosos pasos por la pequeña población para ver la primera luz del alba sobre las montañas, pero en forma inusual en esta parte del año estaba nublado y lloviendo en pequeñas y cortas tormentas en diferentes puntos.  Para el alba el cielo se empezaba a despejar poco a poco, revelando a los picos en las alturas con nieve fresca y pequeños rayos de luz que salían de entre las nubes adornaban con sus retazos de brillo las hermosas vistas.  Salí entonces a muy tempranas horas  con el chofer para  visitar el hermoso monasterio de Ki el cual fue fundado hace  1,000 años aproximadamente y que  descansa espectacularmente  en la parte alta de una relativamente pequeña meseta   en  uno de las caras del valle.  Llegamos justo cuando los monjes empezaban a orar con sus canticos dando un aire de majestuosidad y misticismo al ya de por si enigmático ambiente.

Pase un rato en la puerta del monasterio viendo las oraciones mientras un monje les servía te chai con sal al resto de los monjes.  Después de las oraciones el chofer y yo salimos  hacia el monasterio kibber que se encuentra camino arriba  a unos 4,200 o 300 metros de altura. El monasterio kibber se encuentra en medio de una pequeña aldea sin el mismo aire místico de Ki, pero igualmente bello  y diferente por ese tono rural con que la vida se desenvolvía entre las pequeñas casas construidas de piedra.
Los monjes cocinaban queso con leche de Yak y azúcar, mientras otros amigablemente me  dejaron  visitar diferentes áreas del monasterio,  enseñándome  los utensilios religiosos que utilizan para sus ceremonias, los cuales siempre se encontraban en algún rincón sin que se les prestara mayor importancia o reverencia en un ambiente muy relajado.
Al regresar por la tarde al hotel decidí quedarme un día más para visitar el monasterio de Dhankar que se encuentra a dos horas en carro  desde Kaza y el cual según me decían estaba construido en forma espectacular a las orillas de un acantilado.  Desgraciadamente la lluvia de la madrugada anterior había destruido el camino que llevaba a este monasterio, y el tiempo que tomaría repararlo era de  pronóstico reservado. Dada las circunstancias el chofer y yo partimos a tempranas horas de la mañana para retomar  la ruta hacia  Leh pasando  una noche en Keylong. 

Horas antes de entrar en el camino principal entre Manali y Leh,  quedamos atrapados  debido a las reparaciones del camino que nos había llevado a Kaza, pues el agua que corría desde  las montañas hacia el rio había destrozado esta parte de la ruta por las intensas lluvias que habían ocurrido  mientras yo batallaba con el mal de montaña. Entre las varias personas que viajaban  en dirección opuesta a la nuestra  y que se encontraban dispersos entre los diferentes medios de transporte,  corría el rumor de que el camino de Manali a Leh también se encontraba destrozado y que podía quedar listo mañana, pasado o tal vez en semanas.  Por un momento sentí una gran frustración pues me di cuenta que era posible que no llegara a tiempo a Sanskar  para el festival Sani Nasjal.                                    
                                                                 
Haciendo una pausa a la frustración me di cuenta que el objetivo  más importante en el momento era  salir de ahí y llegar a Keylong, por lo tanto debía tener paciencia.  Finalmente y después de algunas horas pudimos seguir con nuestro camino  para pasar la noche en la población planeada en el itinerario.  Durante la cena uno de los trabajadores del hotel me confirmo que el camino hacia Leh se encontraba seriamente dañado debido que un puente se había derrumbado por una tormenta muy fuerte que había ocurrido tan solo hacía dos  días. Aparentemente las lluvias que destrozaron el camino hacia el monasterio, el camino a Keylong y ahora a Leh, había sido una gran sistema de nubes que se descargaron  en un extenso terreno montañoso causando grandes daños. 

Entre los choferes que iban y venían, uno me informo que el camino de Leh hacia Padum se encontraba dañado en varios puntos y que unas personas se habían quedado atrapadas en Sanskar por más de una semana.  En esta ocasión la frustración se apodero de mí en sobremanera y hasta pensé en regresar a Manali para de ahí organizar mi retorno a México.
A la mañana siguiente decidí que lo mejor era esperar y una vez más usar la  paciencia que me inspiraba el relajado ambiente del pueblo. Así pase dos días en espera  hasta que las buenas noticias llegaron.  Una vez retomado el camino el sol brillo nuevamente y los espectaculares paisajes que había visto años antes  parecían inertes en el tiempo.   A diferencia de la última vez, había menos dhabas  en la ruta. Las cuales son tiendas donde se vende  comida y  proporciona hospedaje siendo regularmente los Ladhakis quienes ofrecen este tipo de servicio. También se veían menos   nómadas a quienes  había visto en pequeños grupos por algunos de los valles en el 2006. 
Finalmente llegue a Leh y  ahí me despedí de  mi chofer, debido a las regulaciones del gobierno en cuanto a sindicatos de transporte y lugares donde estos pueden operar etc. Una vez logrado esta primera meta me sentí revigorizado y empecé a investigar cual era la situación del camino a Sanzkar.  Con un gran respiro de alivio para mi estado de ánimo,  los rumores habían sido ciertos. El camino estuvo  obstaculizado por las lluvias y derrumbes de las inusuales tempestades que habían estado azotando a las montañas, pero en ese momento era transitable nuevamente.  

Pase tres días completos en Leh visitando los turísticos pero hermosos monasterios que rodean al pueblo. Trataba de llegar a tempranas horas de la mañana para ver las oraciones matutinas pero era imposible no toparse con grupos de turistas como en el monasterio Thiksey.  Aun siendo esta área tan visitada por Hindúes y extranjeros de todo el mundo,  tuve la suerte de ver a unos monjes rezando en el monasterio Hemis en un ambiente de paz y sin visitantes.  


Definitivamente la belleza de Leh es un tónico para el alma y las comodidades  vitamínicas para la recuperación  del cuerpo; Pues es como  un pequeño oasis en medio de los Himalaya con hermosas vistas de las montañas y monasterios,  donde  también hay  hoteles, restaurants con comida occidental, cafés, gente, mercados y para quienes les interesan tiendas de todo tipo de suvenires que son administradas por lo general por los musulmanes cachemiros.



En cuanto al viaje mismo, esta tercera etapa me tomaría 6 días  hasta mi retorno a Leh. Dos días para llegar, pasando una noche  por la ciudad musulmana de Kargil y después tomar un camino rural que me llevaría a Padum. Dos días de festival y dos días para retomar el mismo camino que me llevaría de regreso. Debido a las inusuales lluvias que ocurrían en esta parte del año me encontraba nervioso pues podría no llegar al festival o quedarme atrapado en el camino por varios días y así perder mi vuelo a Delhi y de ahí mis conexiones que me traerían  a México.

En cuanto al viaje mismo, esta tercera etapa me tomaría 6 días  hasta mi retorno a Leh. Dos días para llegar, pasando una noche  por la ciudad musulmana de Kargil y después tomar un camino rural que me llevaría a Padum. Dos días de festival y dos días para retomar el mismo camino que me llevaría de regreso. Debido a las inusuales lluvias que ocurrían en esta parte del año me encontraba nervioso pues podría no llegar al festival o quedarme atrapado en el camino por varios días y así perder mi vuelo a Delhi y de ahí mis conexiones que me traerían  a México.

Después de esos dos largos y también increíblemente espectaculares días llegamos a Padum. El paisaje entre Leh y Kargil era predominantemente pedregoso con caudalosos ríos que corrían en algún costado del camino. Las poblaciones eran  budistas y había pequeños molinos de oración en  nichos de diferentes tamaños al pie de alguna edificación o entrada de un monasterio. Poco a poco las poblaciones se empezaron a tornar  al Islam donde se veían algunas hermosas y en ocasiones no tan hermosas Mezquitas donde hombres vestidos de blanco con la taqiya en  la cabeza caminaban de aquí para allá haciendo su vida diaria.

Al llegar a la ciudad de Kargil había un fuerte resguardo militar debido a la cercanía con la muy tensa frontera con Pakistán.  De hecho entre toda esa historia de adversidad política que han tenido estas dos naciones  desde sus respectivas  creaciones como países independientes en 1947,  hubo una infiltración por parte del ejército pakistaní en el año de 1999 la cual fue repelida por el ejército de la India en un conflicto que duro desde Mayo 3 a Julio 26 del mismo año. 



Al otro día partimos de  la no muy hermosa ciudad de Kargil  adentrándonos por caminos de tierra  en un paisaje igualmente pedregoso pero con una delgada capa pasto verde que cubría los valles y las montañas,  las cuales cambiaban al blanco cuando la hierba  se encontraba con un glaciar.   Las vistas una vez más eran espectaculares y los largos caminos se acortaban en tiempo por esa abrumadora  belleza que me mantenía ocupado.  Las distantes mezquitas fueron desapareciendo poco a poco del escenario para entrar nuevamente en dominios budistas. Monasterios y molinos de oración dominaban los primeros planos. Nómadas iban y venían con cargas de estiércol que utilizan como combustible para cocinar y calentarse. Otros se encontraban asentados en campo abierto según Mehmet por el  verano,  donde sus animales pastaban mientras ellos hacían quesos.  Entre inmensos paisajes que dan la sensación de sentirse suspendido en el espacio tiempo como tal vez sea  el nirvana, avanzamos poco a poco hasta llegar finalmente a Padum.

Después de dos semanas que me tomo el proceso de aclimatación y traslado,  donde en más de dos ocasiones veía como se desvanecía frente a mis ojos la meta de llegar a Padum  para asistir al festival Sani Nasjal, ahora me encontraba finalmente en este  paraíso budista donde la cruz de los valores cristianos con que fui educado no parecieran tener un lugar o pertenencia en este mundo tan diferente.  El budismo y la lejanía se respiraban en todo momento y lugar. Estaba finalmente ahí, en ese lugar que solo me podía imaginar cuando estaba en México.  Como si este sistema montañoso y su gente fuera solo un capricho de mi imaginación donde las circunstancias climáticas querían que así permaneciera;  Como una ilusión de mi mente.


Era hora de enfocarse y disfrutar este festival budista para el que había viajado. El  Sani Nasjal se realiza durante la floración de la flor Guro Neropa y de hecho la estatua Neropa sale del monasterio en las vísperas del festival, donde  los lamas  realizan las danzas de los enmascarados como una ofrenda. 





El primer día del festival se dan lugar tan solo algunas oraciones y no muy espectaculares danzas. De hecho no hay mucha concurrencia en el patio frente al monasterio donde toman lugar las mismas.  De cualquier manera me traslade desde Padum a la todavía más pequeña aldea de Sani donde se encuentra el monasterio desde las 7 de la mañana.



Los monjes se encontraban sentados desayunando en el césped del patio justo a un costado del monasterio.  Me presente con ellos y tuvimos algunas cortas y muy limitadas conversaciones debido a  que yo solo hablo inglés o español y ellos muy poco inglés. De cualquier forma fueron muy amigables ofreciéndome te chai y pan con queso de leche de Yak.
Entre con ellos a la sala de oración mientras los monjes hacían lo suyo y   yo era el único visitante. Después pase a la cocina para almorzar algo con algunos lamas y me quede hasta el atardecer para ver algunas insípidas danzas.

Al otro día me levante muy temprano para tomar un buen sitio durante el festival, pues sabía que esta vez sería diferente al aire casual del día anterior.   De hecho  muchos nómadas y aldeanos llegaban al monasterio desde muy temprano.  Más tarde llegaron algunos pocos fotógrafos y turistas occidentales que entraban a la sala de oración junto con los peregrinos que rodeaban la parte interior del monasterio mientras oraban y reverenciaban las imágenes y estatuas. 

Poco a poco el patio se fue llenando y sin darme cuenta quede fuera de la primera línea para poder ver a los danzantes que ya empezaban a salir.  Debido a que había pasado muchas horas en el monasterio el día anterior, lo conocía bastante bien como para quedarme fuera de las danzas y es por eso que salí de en medio de la pequeña pero compacta multitud y tome una diminuta puerta  en la parte trasera del monasterio  que me comunicaría  por un  largo y delgado pasillo hasta llegar a la puerta principal desde donde salían los danzantes al patio.

 Ya en primera fila podía ver cuando salían por mi costado izquierdo  los danzantes hermosamente ataviados  para ponerse a bailar justo en frente de mí,  moviéndose  con harmónicos ritmos  al sonido de los tambores,  las trompetas tibetanas y los platinos.

Me había tomado más de dos semanas desde Delhi para llegar a este lugar y atestiguar esas  danzas budistas que  tan solo durarían un par de mágicas  horas.

Al siguiente día partimos a las cuatro de la mañana  para retornar a Kargil y de ahí a Leh. Afortunadamente el clima fue favorable y sin contratiempos hasta la destinación, donde por la noche cayo otra tormenta que me dejo finalmente atrapado por dos días debido a que la pista de aterrizaje del pequeño aeropuerto se encontraba totalmente inundada.  





Durante la ligera pero constante lluvia que cayó durante la madrugada me di cuenta que algo ocurría, pues empecé a ver como muchas luces se prendían a la distancia y algunos vehículos subían a tierras altas, donde se encontraba mi hotel.   El sonido del rio que se escucha siempre desde cualquier punto del pueblo se hizo más fuerte y empezó a ser evidente que estaba moviendo grandes rocas dentro de su caudal. Salí entre la no muy fuerte lluvia al patio del hotel y fue entonces que me dijo uno de los trabajadores que en el 2010 en una lluvia similar hubo unas inundaciones que mataron a cientos de personas.


Entre las idas y vueltas que hice al pequeño aeropuerto para saber cuál era la situación de la pista conocí algunas personas que se encontraban en las mismas circunstancias y  que estuvieron caminando por las montañas en expediciones organizadas, quienes  me dijeron que algunas pequeñas aldeas que encontraron durante su regreso en las caminatas, habían sido arrasadas por las inundaciones y aludes. Quedando claro que el cambio climático afecta hasta los más remotos lugares del mundo.
Una vez que llegue a Delhi había perdido mi boleto de regreso México, pero por el deseo ya imperante de ver a mi familia compre un otro en forma inmediata y empecé con mi ya no tan aventurado, pero sí muy cansado regreso a casa.
Ahora que veo este viaje en retrospectiva hubo ciertas enseñanzas o una invitación.  ¿Qué era lo que realmente motivaba mi frustración? ¿Era todo una invitación al autoconocimiento?