domingo, 14 de agosto de 2016

Djenne y el gran mercado del lunes


El pueblo apenas se iluminaba con los primeros rayos del sol. Las sombras y formas de las edificaciones de adobe se abrían y  cerraban a mi paso por las callejuelas, donde la vida del pequeño pueblo recién despertaba. Las carretas jaladas por burros y vacas hiban y venían a paso relajado en medio de los olores fétidos del drenaje que corría por las calles de tierra.
De pronto la gran mezquita se impone ante  mi,  en medio de una modesta explanada. Sus hermosos tonos de tierra cambiaban a medida que el sol avanzaba en el firmamento. Su grandeza abarcaba la vista, el espacio y parecía ser eterna.
Denotaba la misma soberbia de la miseria que domina a este país, pues se impone ante todo lo demás.


Los días de las danzas del dogon habían quedado atrás, así como nuestra visita al puerto de Mopti en el Rio Níger y esta vez Blanca y yo nos dirigimos hacía la pequeña población de Djenne

Djenne es hoy en día un pequeño pueblo en las orillas del rio Bani que se comunica fácilmente con el rio Níger. En el siglo XV fue una ciudad de gran importancia comercial junto con Timbuktu y su fundación se ubica en el siglo IX de nuestra era aproximadamente. Hoy en día, como desde la antigüedad sigue la tradición del gran mercado de los lunes, que atrae mercaderes desde todas las direcciones del país para vender y comprar productos frente a la monumental mezquita de adobe que simboliza y enorgullece, a este pequeño y pintoresco pueblo.

Esta edificación es la más grande en el mundo en su tipo. Las construcciones hechas con adobe son una forma tradicional de erigir casas, graneros y mezquitas en el área desde tiempos remotos. El sultán Koi Konboro quién gobernó en el siglo X, es el responsable de construir esta mezquita, pues al convertirse al Islam decidió hacer un templo para los ahora nuevos creyentes.

En el siglo XIX Sekou Amado dejo la mezquita expuesta a los elementos sin ningún tipo de mantenimiento y esta se destruyó rápidamente debido a las lluvias que azotan el área durante los meses de verano. La mezquita actual se levantó nuevamente entre 1906 y 1909, y es básicamente igual a la antigua tanto en diseño como en dimensiones. Hoy en día para evitar que los elementos destruyan esta monumental obra, todo el pueblo participa en un ambiente de fiesta en el emplastado anual de la mezquita, justo antes de la temporada de lluvias. Todo bajo la supervisión de un constructor elegido que conozca bien el tradicional arte de la mezcla exacta de tierras, paja y agua para que el emplastado sea lo más duradero posible.





Blanca y yo llegamos en un viernes por la tarde y nos hospedamos en un hotel de la población vecina de Djenne Djenno, que se separa de Djenne tan solo por las aguas del rio Bani, uniendo las dos pequeñas poblaciones por un medio de un modesto puente.

El sábado salí poco antes del amanecer hacía Djenne. Pues según me dijeron me tomaría media hora llegar caminando hacia la parte central del pueblo y quería aprovechar los primeros rayos del sol, sobre la mezquita para apreciar esta hermosa construcción con los dramáticos colores y sombras que proporcionan estos primeros minutos de luz, además de que no habría mucho movimiento siendo este lugar -por así decirlo- el ombligo del pueblo.

La experiencia de caminar entre las callejuelas de este grupo de construcciones de adobe fue muy peculiar y me parecía ser parte del escenario de una película de época, pues la gente se movía con su ganado, carretas, etc. empezando su vida diaria en un mundo totalmente desconocido para mí.





Al llegar al centro del pueblo donde se encuentra la gran mezquita de Djenne, empecé a tomar fotografías de la fachada, la cual cambiaba en colores minuto a minuto a medida que el sol subía por el firmamento. Recuerdo que un hombre se me acerco diciéndome que era un guía y que me podría introducir dentro del templo poniendo un precio a sus servicios que incluían la “cooperación” al almuédano para dejar entrar a la mezquita a un infiel.

Rápidamente me di cuenta que se trataba de un pobre vendedor de café con pinta de vago que pretendía ser un guía de turistas, pero igualmente acepte porque independientemente de la religión nunca esta demás ayudar a los necesitados y este hombre era evidente que necesitaba una ayuda.

En unos cuantos segundos entramos dentro del sagrado recinto durante el fáyr que es la primera de las cinco oraciones del Islam, la cual se hace durante el alba o antes del alba. Encontramos a unos cuantos ya rezagados oradores dentro de la mezquita y el almuédano salió a nuestro encuentro para recibir la “cooperación”. Aun sin entender y saber cuál de las tantas lenguas que se hablan en Mali articulaban estos dos hombres, pude darme cuenta que había una discrepancia entre lo que el almuédano quería y el supuesto guía le quería dar en términos monetarios.



En realidad me pareció de pésimo gusto que estos dos hombres se alzaran la voz dentro de un enclave religioso y es por eso que empecé a caminar entre los muchos pilares de madera recubiertos en adobe de esta peculiar mezquita, viendo como los creyentes rezaban con tanta fe sus primeras oraciones a pesar de la acalorada discusión de dinero que mantenían el codicioso almuédano y el pobre hombre de la calle. 

Dejando atrás las fuertes voces me enfoque en los murmullos de fe de los oradores mientras me extasiaba al ser testigo de este ritual religioso en un muy único lugar.Finalmente cuando llego el momento de salir me di cuenta que al pobre vendedor de café, el representante de dios en la tierra que se ocupa de las necesidades de los afligidos, le había quitado hasta el último franco del oeste africano. Así pues me di cuenta que a pesar de las discrepancias religiosas entre el Islam y el cristianismo hay valores fundamentales que unen a estos charlatanes de la fe y es por esto que me sentí obligado en ayudarlo con un poco más de dinero, pagando un precio muy alto por un terrible servicio de guías.



Entre la apacible vida del pueblo y las comodidades de nuestro hermoso y apetecible hotel esperamos dos días a que llegara el lunes para presenciar otro ritual más. El del mercado del lunes.

Desde tempranas horas de la mañana salimos del hotel para ver como llegaban carretas y más carretas que cruzaban el puente para entrar en la pequeña población levantando una gran nube de polvo que cubría todo.

Llegamos a la gran mezquita y los vendedores empezaban a armar sus improvisados puestos justo frente al gran templo. Unos ofrecían modestas y bastante deshidratadas verduras, otros pollos y chivos con muy poca carne. Muchos más ofrecían servicio de comida como te, café, huevos cocidos, arroz etc. Otros ofertaban artesanías, máscaras y pequeños artículos de la vida diaria. Atravesamos todo el mercado para llegar a otra entrada del pueblo donde vimos una gran y prácticamente interminable hilera de personas que llegaban caminando, montando burros, otros con carretas jaladas por ganado, dromedarios, etc. Unos llevaban granos e improvisadas jaulas hechas de palos de madera donde llevaban sus desnutridas gallinas.


Estuvimos algunas horas más para finalmente organizar nuestro transporte que nos llevaría en dos días a la frontera de Mali con Burkina Faso y de esta manera empezar con nuestro largo retorno a México.


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