martes, 9 de junio de 2015

El gran salto


En medio del avasallante calor esperábamos el momento dorado. Los turistas y locales estábamos formando un circulo alrededor de los toros, cuando de repente la desnuda y esbelta figura de un joven africano paso corriendo entre la pequeña  multitud y después sobre los lomos de las bestias. En ese instante  acababa de traspasar la  imperceptible frontera  que divide la juventud de la adultez


Blanca, Asia y yo viajamos a Etiopia con el fin de conocer la rutica histórica del norte del país y asistir al festival de timkat en Lalibela.  Etiopia no es uno de esos destinos frecuentes o un país cercano como para dejar pasar un área interesante para la próxima vez.  Por lo tanto pensamos en no perder la oportunidad de ir al sur de esta nación para conocer el valle del omo.
El valle del omo lleva ese nombre debido al rio omo que se encuentra dentro del valle mismo.  Este lugar  es un verdadero yacimiento de antiguos esqueletos del homo sapiens. Se encuentra en las cercanías de la frontera con Kenia y del lago Turkana.  Así mismo es el hogar de algunos grupos humanos que aún viven en forma muy tribal o inclusive primitiva como lo son los Surma, los Karo, los Hammer, los Mursi, los Ari, los Banna y los Bumi. 



Mujer mursi
Estos pequeños grupos de personas se dedican mayormente a la recolección,  la caza y al pastoreo de sus animales. Apenas y cubren sus desnudos torsos con algo de ropa, pero si utilizan armas largas para proteger a su ganado y comunidades en contra de los depredadores. Se reúnen algunos días de la semana para intercambiar productos en los mercados que toman lugar en los asentamientos humanos más grandes o pequeños pueblos. Caminan grandes distancias para esta forma de interacción social y hoy en día el turismo etnográfico se  ha convertido en una nueva forma de desarrollo económico, ya que a ellos les toca una pequeña derrama monetaria  cuando son fotografiados.
Antes de embarcarnos para  Etiopia había visto algunas fotos de las tribus que habitan este valle y me parecieron bastantes atractivas como para hacer una desviación hacía al sur del país durante  nuestro viaje.  Al investigar más sobre el área me enteré sobre esta singular ceremonia llamada el salto del toro, que es realizada por la tribu de los Hamer.  El salto del toro es básicamente un ritual de iniciación a la vida adulta de un hombre, despidiendo su niñez al probar su valor. 
Este tipo de ceremonias ocurren entre febrero hasta principios de  abril,  desde Julio hasta septiembre y en la segunda mitad de diciembre. 
No esperábamos ser testigos de este ritual porque en realidad no hay un calendario exacto para estas ceremonias, pero sobre todo después de que cuando llegamos a la pequeña población de Konso ya en el valle del omo, una ceremonia había ocurrido tan solo un día antes. Por lo tanto nunca pensé que tuviéramos esa suerte, como para que hubiera otra en esa semana, y tampoco teníamos los dedos cruzados. 
Viajar por el valle del omo, puede ser bastante complicado e incómodo si es que uno busca hacerlo en forma independiente o utilizando el transporte público. Lo más independiente que pudimos hacerlo y dentro de unos estándares de comodidad aceptable, fue rentando una camioneta 4 por 4 con chofer en Addis Abbeba. Nuestro chofer era un joven capitalino bastante relajado llamado Biruk Ketema a quien le llamábamos Bruke.
Estuvimos en el área del Omo Valley por aproximadamente 10 días acampando en pequeñas poblaciones donde había servicios de campamento y baños.  El área se encontraba bastante desértica durante el mes Febrero y el calor era fuerte.
Visitamos varias villas, pueblos y mercados. Los mercados son de gran actividad social y los productos a la venta son extremadamente básicos. Cinturones de los que ellos utilizan, pequeñas lámparas de mano hechas en china, algunas viejas verduras, sandalias y nada realmente apetecible  para un consumidor occidental. Sin embargo la actividad social entre las tribus era grande y los pequeños restaurantes vendían refrescos y cervezas a los muchos turistas que visitábamos el área

Desgraciadamente el valle del omo, se ha convertido en una especie de zoológico humano, donde que a pesar de que los hombres y las mujeres aún viven su vida en forma tradicional. Muchos jóvenes utilizan joyería y maquillaje en forma exagerada para llamar la atención de los turistas y así ser fotografiados, haciéndose acreedores de algunos Birrs.  Muchos otros y los más viejos regularmente, encuentran  este tipo de interacción socio económico con los turistas bastante molesta. Algunos pueden llegar a ser groseros e inclusive intimidantes. Recuerdo que una vez que buscaba algún momento para ser fotografiado en los caminos de la pequeña población de Key Afer, un viejo se me acerco desde la distancia y nos saludamos cordialmente de hecho.  Me parecía un  un hombre bastante amable y fotogénico, sobre todo porque llevaba consigo una arma de fuego AK 47 en los hombros que empujaba con sus brazos  hacia la nuca  mientras caminaba. Todo la interacción estaba desenvolviéndose  maravillosamente y hasta nos dimos la mano,  pero cuando  saque mi cámara y con ella en la mano le di a entender que si era posible fotografiarlo. El hombre dejo de usar sus hombros como descanso para su arma y la tomo para apuntarme con ella, mientras me hacía gestos de que me largara y al mismo tiempo él  se alejaba por el camino obviamente enojado.  


Durante las dos noches en que nos quedamos en Key Afer fuimos a visitar una pequeña población de la tribu de los Karo y también el mercado de Key Afer.  Descansando en el campamento durante la calurosa tarde y después  de visitar el mercado, Bruke nos dijo que una ceremonia del salto del toro estaba tomando lugar a tan solo unos dos kilómetros de donde estábamos.


Llegamos al lugar  y las cosas apenas empezaban a suceder.  Había varios nativos y algunos turistas atestiguando el evento. 



El joven que haría el ritual de iniciación para  la vida adulta estaba siendo preparado al igual que los jóvenes que sostendrían y alinearían a los toros para  que estos fueran saltados.  El ritual consiste en que el joven debe tomar la velocidad suficiente para correr entre los alineados lomos de los toros. Si este se cae o no completa el recorrido de todos los toros es prácticamente humillado por las mujeres y debe intentarlo de nuevo.  El joven debe lograr este proceso 4 veces en total.

Antes de llegar a ese momento. Las jóvenes mujeres son flageladas fuertemente en la espalda por el iniciado. Lo verdaderamente perturbador de esta parte del  rito, es que ellas imploran para ser azotadas hasta el punto de que yo mismo vi con mis propios ojos a una mujer llorando y rogando al joven que había parado de darle latigazos para que siguiera. Las heridas en la espalda quedan abiertas  e inclusive algunas mujeres ponen tierra para que empiece un proceso infeccioso que dejara unas terribles cicatrices  en la espalda. Claro que la percepción de cómo se ven las cicatrices depende del punto de vista de cada quien, ya que para las Hamer esas marcas en la piel denotan sensualidad. 

Una vez terminado este proceso de maquillaje de jóvenes y flagelamiento de las mujeres,  todas las personas se empezaron a mover a tan solo unos centenares de metros donde se encontraban los toros. Muchos jóvenes empezaron a alinear a los toros porque el momento del salto sucedería en cualquier momento.
Frente a mí un pequeño grupo de hombres hizo un círculo donde se efectuaron algunos ritos que apenas y se podían ver. Entre ellos estaba el joven motivo de la ceremonia.


Había entre los nativos un pequeño número  de turistas europeos y asiáticos buscando el lugar propicio para fotografiar el momento. Muchos platicaban e interactuaban mientras esperábamos. Tal vez creímos que habría algún anuncio pomposo antes de que el mozo corriera sobre los toros pero no fue así.  El gallardo y esbelto africano paso corriendo sin previo anuncio y este paso el umbral de la hombría sin previo aviso, tal como sucede en la vida de todos independientemente de las diferencias culturales.  


Al otro día nos levantamos temprano y salimos con rumbo a Addis Abbeba en un largo y extenuante día de viaje.  En aquellos días  me pareció molesto y lento el desplazamiento de los vehículos por los caminos y carreteras, ya que por esa misma vía camina mucha gente hacía sus pueblos y villas, acarreando agua, semillas y diferentes productos, mientras otros también lo utilizan también para llevar al ganado alentando significativamente a los vehículos.  Hoy después de tres años de haber realizado ese viaje, ese recuerdo en particular me hace sentir que me gustaría volver a ver eso.










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