viernes, 15 de mayo de 2015

Masked Dance Mali


El líder de la pequeña aldea llamaba con el tambor a los danzantes para avisar de nuestro arribo. El frío viento del alba soplaba con gran fuerza levantando el fino polvo del sahel, que invadía y penetraba sutilmente entre las pequeñas chozas de la aldea, como el trance mismo que lentamente poseía al ser con la melódica música. 



En este lado del mundo muchas personas nos hemos formado una idea muy general de África con imágenes que hemos visto por aquí y por allá sobre su exótica  flora y fauna,  las sombras de las acacias en atardeceres espectaculares,  así como primates y tribus viviendo en lo más intricado de la  selva impenetrable.  Muchas de esas imágenes las complementan noticias sobre las hambrunas, el ebola y  algún grupo rebelde saqueando y exterminando aldeas. 

Entre esa cascada de imágenes y abrumadoras notas que forman África,  Mali habla de sí misma con sus exóticas construcciones de lodo, el país dogón que es en sí mismo un país dentro de otro país. 


A pesar de las terribles noticias sobre la guerra de Mali que culmino en el 2013 con la intervención de Francia, para liberar  a su excolonia de manos terroristas, así como  los esporádicos ataques  que ocurren en el norte de Mali y la epidemia del ebola,  la curiosidad de ver Mali con sus construcciones de lodo, el dogon y sus exóticas danzas de los enmascarados ganaron sobre el miedo.


Claro está que a pesar de que el ímpetu de viajar se impuso al miedo, no lo hizo al sentido común y es por esto que me dedique a estudiar sobre la situación, consultando noticias internacionales, foros de viajes y blogs de viajeros,  los cuales siempre coincidían que la situación estaba  tranquila a pesar de la fragilidad en los acuerdos de paz entre los rebeldes y el gobierno de Mali.  
El siguiente paso para poder viajar a Mali y  el más difícil según pensé, seria en convencer a mi esposa; Pero el miedo una vez más sucumbió ante la gran personalidad  de aventurera que reside dentro de ella. Ya que al proponerle el destino con sus inconvenientes en la situación política,  poco le importaron  después de ver las fotos que le mostré en el internet sobre Mali y su cultura. 

Así pues nuestra ruta para llegar a Mali fue por medio de la ciudad de Washington DC, hacia Burkina Faso, de donde viajaríamos por tierra al país vecino de Mali
Después de largas horas de viaje llegamos a Ouagadougou (capital de burkina faso) ya entrada la noche y de forma inmediata tuvimos esa extraña sensación  mental y emocional que mueve todos tus parámetros de realidad  llevándote  a lugares lejanos. Las calles de la capital daban la impresión de rodear gallineros  en lugar de edificios. La gente caminaba con canastas sobre la cabeza,  algunos  cerraban sus  improvisados negocios en la vía pública, otros guardaban sus envases de gasolina  que durante el día eran gasolineras y otros más  se desplazaban en motonetas de aquí para allá,  mientras la rítmica música africana que llevaba el taxista nos hacía ver el ocaso de la vida diaria de la capital como en una pantalla de cine. A diferencia a otras ocasiones en que había visto esa vida en las películas, esta vez era real y nos encontrábamos finalmente ahí.
Al siguiente día tomamos un camión a tempranas horas de la mañana hacia el Sahel  rumbo a la ciudad de Ouagihouya, que se encuentra a tan solo pocos kilómetros de la frontera de Mali y donde habíamos quedado de vernos con el que sería nuestro guía por los siguientes días.
Este guía y singular personaje llamado Guindo  que contacte por el internet,  es un miembro de la tribu de los Dogon y guía en el área del Dogon en Mali, que alguien recomendó mucho en uno de esos tantos blogs que leí durante mi investigación.  Recuerdo que una de las cosas que me hizo decidir viajar con este guía, fue su rápida respuesta a mi correo electrónico y la estructura en la que dividió los diferentes costos  diarios y los multiplico por los días en que sería nuestro guía. Además de que hablaba inglés, cosa difícil de encontrar en Mali pues el idioma oficial es el francés idioma que poco o nada artículo. 

Era ya  tarde en Ouagihouya  y decidí salir a caminar por las calles para obtener un poco más de esa enigmática sensación del día pasado al llegar a Ougadougou.  Tengo esa imagen vivida cuando un africano se me acerco y  me empezó a hablar en Ingles diciéndome: “Hola mi nombre es Guindo, eres tu Hiram de México?”  La rápida y súbita interacción, relajo y cambio los colores del horizonte para nosotros, pues había cierta tensión por encontrarnos en un área no recomendada para visitar por ninguna embajada del mundo.
A tempranas horas de la mañana partimos hacia la frontera de Mali a través de los áridos paisajes del sahel y los maltrechos controles sanitarios que buscan erradicar el ebola, así dando inicio a nuestra aventura por el Dogon,  la cual duraría cuatro días.   

Empezamos en el pequeño pueblo de  Madougou donde todas las construcciones eran de lodo y ese día había un mercado que invadía las callejuelas del pequeño poblado. Bajo la sombra de un gran árbol había docenas y docenas de burros y a pocos metros pequeñas carretas vacías que se encontraban unas con otras.  Se podría decir que este era el estacionamiento. Pasamos algunas horas por ahí y nos dirigimos, a los pequeños pueblos de Neni, Banani y Tereli que son típicos del Dogon.  Durante todo el camino pudimos observar la precariedad de la vida diaria. Ya que en cada pequeña aldea se veían mujeres moliendo granos con barras de madera contra una especie de balde de madera también.  Había pozos de donde las mujeres sacaban el agua jalando una cuerda u hombres haciéndolo por medio de camellos.  Así nos adentramos un poco más en África. Donde las cosas que nosotros damos por sentado en este lugar se les dedican tiempo y duro trabajo.


Todas las pequeñas aldeas del dogon eran parecidas. Muchas de ellas al pie de una gran pared de montaña donde se ven viejas y abandonadas construcciones en medio de sus acantilados. Abajo las aldeas hechas de barro o lodo que  siempre cuentan con una mezquita en medio.  

Se podría decir que el Dogon es un pequeño país dentro de Mali.  Los dogones de hecho habitaban en el sur de Mali casi en la frontera de la hoy Guinea. Pero se mudaron a esta área en el siglo XI debido a que los marroquíes empezaron a hacer incursiones de conversión al Islam. Los dogones orgullosamente animistas y apegados a sus danzas y tradiciones optaron por mudarse a esta área donde encontraron muchas de esas viejas construcciones en las paredes de las montañas ya abandonadas por otras tribus desconocidas hasta el día de hoy, las cuales ocuparon construyendo otras. 

 Según nuestro guía   una de las razones de mayor peso y  por las cuales decidieron asentarse en las alturas, fue primordialmente por  protección contra sus enemigos los fulani. Tribu nómada ya convertida al Islam, quienes los atacaban para convertirlos a ellos también. De tal manera que la altura les daba la ventaja de evitar ataques sorpresa y la superioridad en la batalla al estar en tierras altas. Aun así y al pasar el tiempo, muchos de los dogon se han convertido al Islam pero han abrazado la fe con gran sincretismo, debido  aún  siguen practicando sus danzas animistas de los enmascarados y también son grandes tomadores de alcohol lo cual hacen con regularidad.  Cosas que el Corán rechaza en sus totalidad. 

Podría decirse que los dogon viven su vida entre el animismo y el Islam en un tiempo perdido donde no existe la autoridad, sino el espíritu libre en un estado casi primitivo. La vida y la ley se rigen por medio de sus antiguas tradiciones donde las aldeas se reúnen bajo una toguna (construcción hecha de paja) para tratar los asuntos cívicos importantes donde el chamán u hombre mágico tiene la última palabra.
La alegría y sencillez con que los dogones viven la vida, indudablemente los ayuda a encarar  los duros retos de la vida, los cuales no son pocos en este lugar. Ya que el conflicto armado ahuyento a los turistas, quienes son su principalmente de ingresos. Las lluvias son cada vez más escasas y los pozos cada vez más secos. Desde las alturas de los acantilados se puede  ver el implacable avance del desierto del Sahara anunciando con su lento arribo un futuro incierto para su forma de vida. 
Durante nuestra estancia en el dogon dormíamos en el techo de alguna casa al aire libre. La gente era tranquila y amigable. Los niños me recordaban mi infancia, pues todavía salen a jugar hasta el atardecer entre el bullicio de  sus habitantes, pues la convivencia se intensifica durante el ocaso del día. 
La razón principal por la cual visitamos el dogón, fueron sus exóticas danzas de los enmascarados. Es por eso que le pedimos a Guindo hablar con el líder de alguna aldea para organizar una danza.
La danza de los enmascarados puede tener diferentes connotaciones dependiendo principalmente del tipo de máscaras.  Además de que ciertas mascarás son endémicas de una aldea en particular. Siendo una cultura tradicionalmente animista  algunas de las danzas despiden a los espíritus de los  muertos para que  estos no intenten  tomar  el cuerpo de algún mortal.  En otras palabras  la mascará sustituye al cuerpo y esta es la poseída por el espíritu. Ciertas mascaras se resguardan  en alguna construcción antigua de los acantilados, hasta una nueva danza.  Otras danzas se realizan cada 60 años y en ellas los dogones cuentan la historia de sus orígenes.  Hoy en día y con el objetivo de ganar un poco de dinero, los dogon realizan estas danzas para los pocos turistas que visitan el área  e inclusive dejan que las mujeres presencien las mismas.  Es decir las occidentales o turistas, pues a este tipo de ceremonias   no deben asistir las mujeres y ni siquiera  se les permite tocar las máscaras aun cuando estas se encuentran en la entrada de su propio hogar.  Esto  para que los espíritus no penetren a las casas  y posean a alguno de quienes las habitan. 

La aldea donde nosotros presenciamos la danza se llama Andakada y  se encuentra en una gran meseta.  Llegamos a tempranas horas de la mañana y nos sorprendimos al ver que los niños huían de nuestra presencia ya que en esta aldea en particular los dogones raramente ven algún visitante. Nos recibió amablemente  un hombre de edad medianamente avanzada e inmediatamente despues, este subió a una parte alta para llamar a los danzantes con los mágicos ritmos que emanaban  de su tambor.
El frio viento del amanecer soplaba con gran fuerza levantando el fino polvo del sahel, el cual se veía como avanzaba claramente con la bella luz del amanecer, pareciendo ser los mismos  mágicos ritmos del llamado que se adentraban en las pequeñas chozas.


La aldea donde nosotros presenciamos la danza se llama Andakada y  se encuentra en una gran meseta.  Llegamos a tempranas horas de la mañana y nos sorprendimos al ver que los niños huían de nuestra presencia ya que en esta aldea en particular los dogones raramente ven algún visitante. Nos recibió amablemente  un hombre de edad medianamente avanzada e inmediatamente despues, este subió a una parte alta para llamar a los danzantes con los mágicos ritmos que emanaban  de su tambor.
El frio viento del amanecer soplaba con gran fuerza levantando el fino polvo del sahel, el cual se veía como avanzaba claramente con la bella luz del amanecer, pareciendo ser los mismos  mágicos ritmos del llamado que se adentraban en las pequeñas chozas.

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