El líder de la pequeña aldea llamaba con el tambor a los
danzantes para avisar de nuestro arribo. El frío viento del alba soplaba con
gran fuerza levantando el fino polvo del sahel, que invadía y penetraba
sutilmente entre las pequeñas chozas de la aldea, como el trance mismo que
lentamente poseía al ser con la melódica música.
En este lado del mundo muchas personas nos hemos formado una
idea muy general de África con imágenes que hemos visto por aquí y por allá
sobre su exótica flora y fauna, las sombras de las acacias en atardeceres
espectaculares, así como primates y
tribus viviendo en lo más intricado de la selva impenetrable. Muchas de esas imágenes las complementan
noticias sobre las hambrunas, el ebola y
algún grupo rebelde saqueando y exterminando aldeas.
Entre esa cascada de imágenes y abrumadoras notas que forman
África, Mali habla de sí misma con sus exóticas
construcciones de lodo, el país dogón que es en sí mismo un país dentro de otro
país.
A pesar de las terribles noticias sobre la guerra de Mali
que culmino en el 2013 con la intervención de Francia, para liberar a su excolonia de manos terroristas, así como los esporádicos ataques que ocurren en el norte de Mali y la epidemia
del ebola, la curiosidad de ver Mali con
sus construcciones de lodo, el dogon y sus exóticas danzas de los enmascarados
ganaron sobre el miedo.
Claro está que a pesar de que el ímpetu de viajar se impuso
al miedo, no lo hizo al sentido común y es por esto que me dedique a estudiar
sobre la situación, consultando noticias internacionales, foros de viajes y
blogs de viajeros, los cuales siempre
coincidían que la situación estaba
tranquila a pesar de la fragilidad en los acuerdos de paz entre los rebeldes
y el gobierno de Mali.
El siguiente paso para poder viajar a Mali y el más difícil según pensé, seria en
convencer a mi esposa; Pero el miedo una vez más sucumbió ante la gran
personalidad de aventurera que reside
dentro de ella. Ya que al proponerle el destino con sus inconvenientes en la
situación política, poco le importaron después de ver las fotos que le mostré en el
internet sobre Mali y su cultura.
Así pues nuestra ruta para llegar a Mali fue por medio de la
ciudad de Washington DC, hacia Burkina Faso, de donde viajaríamos por tierra al
país vecino de Mali
Después de largas horas de viaje llegamos a Ouagadougou (capital
de burkina faso) ya entrada la noche y de forma inmediata tuvimos esa extraña
sensación mental y emocional que mueve todos
tus parámetros de realidad llevándote
a lugares lejanos. Las calles de la capital daban la impresión de rodear
gallineros en lugar de edificios. La
gente caminaba con canastas sobre la cabeza,
algunos cerraban sus improvisados negocios en la vía pública, otros
guardaban sus envases de gasolina que
durante el día eran gasolineras y otros más se desplazaban en motonetas de aquí para
allá, mientras la rítmica música
africana que llevaba el taxista nos hacía ver el ocaso de la vida diaria de la
capital como en una pantalla de cine. A diferencia a otras ocasiones en que
había visto esa vida en las películas, esta vez era real y nos encontrábamos
finalmente ahí.
Al siguiente día tomamos un camión a tempranas horas de la
mañana hacia el Sahel rumbo a la ciudad
de Ouagihouya, que se encuentra a tan solo pocos kilómetros de la frontera de
Mali y donde habíamos quedado de vernos con el que sería nuestro guía por los
siguientes días.
Este guía y singular personaje llamado Guindo que contacte por el internet, es un miembro de la tribu de los Dogon y guía
en el área del Dogon en Mali, que alguien recomendó mucho en uno de esos tantos
blogs que leí durante mi investigación.
Recuerdo que una de las cosas que me hizo decidir viajar con este guía,
fue su rápida respuesta a mi correo electrónico y la estructura en la que
dividió los diferentes costos diarios y
los multiplico por los días en que sería nuestro guía. Además de que hablaba
inglés, cosa difícil de encontrar en Mali pues el idioma oficial es el francés
idioma que poco o nada artículo.
Era ya tarde en
Ouagihouya y decidí salir a caminar por
las calles para obtener un poco más de esa enigmática sensación del día pasado
al llegar a Ougadougou. Tengo esa imagen
vivida cuando un africano se me acerco y
me empezó a hablar en Ingles diciéndome: “Hola mi nombre es Guindo, eres
tu Hiram de México?” La rápida y súbita
interacción, relajo y cambio los colores del horizonte para nosotros, pues
había cierta tensión por encontrarnos en un área no recomendada para visitar
por ninguna embajada del mundo.
A tempranas horas de la mañana partimos hacia la frontera de
Mali a través de los áridos paisajes del sahel y los maltrechos controles
sanitarios que buscan erradicar el ebola, así dando inicio a nuestra aventura
por el Dogon, la cual duraría cuatro
días.
Empezamos en el pequeño pueblo de Madougou donde todas las construcciones eran
de lodo y ese día había un mercado que invadía las callejuelas del pequeño
poblado. Bajo la sombra de un gran árbol había docenas y docenas de burros y a
pocos metros pequeñas carretas vacías que se encontraban unas con otras. Se podría decir que este era el
estacionamiento. Pasamos algunas horas por ahí y nos dirigimos, a los pequeños
pueblos de Neni, Banani y Tereli que son típicos del Dogon. Durante todo el camino pudimos observar la
precariedad de la vida diaria. Ya que en cada pequeña aldea se veían mujeres
moliendo granos con barras de madera contra una especie de balde de madera
también. Había pozos de donde las
mujeres sacaban el agua jalando una cuerda u hombres haciéndolo por medio de
camellos. Así nos adentramos un poco más
en África. Donde las cosas que nosotros damos por sentado en este lugar se les
dedican tiempo y duro trabajo.
Todas las pequeñas aldeas del dogon eran parecidas. Muchas
de ellas al pie de una gran pared de montaña donde se ven viejas y abandonadas
construcciones en medio de sus acantilados. Abajo las aldeas hechas de barro o
lodo que siempre cuentan con una
mezquita en medio.
Se podría decir que el Dogon es un pequeño país dentro de
Mali. Los dogones de hecho habitaban en
el sur de Mali casi en la frontera de la hoy Guinea. Pero se mudaron a esta
área en el siglo XI debido a que los marroquíes empezaron a hacer incursiones
de conversión al Islam. Los dogones orgullosamente animistas y apegados a sus
danzas y tradiciones optaron por mudarse a esta área donde encontraron muchas
de esas viejas construcciones en las paredes de las montañas ya abandonadas por
otras tribus desconocidas hasta el día de hoy, las cuales ocuparon construyendo
otras.
Según nuestro
guía una de las razones de mayor peso y por las cuales decidieron asentarse en las
alturas, fue primordialmente por
protección contra sus enemigos los fulani. Tribu nómada ya convertida al
Islam, quienes los atacaban para convertirlos a ellos también. De tal manera
que la altura les daba la ventaja de evitar ataques sorpresa y la superioridad
en la batalla al estar en tierras altas. Aun así y al pasar el tiempo, muchos
de los dogon se han convertido al Islam pero han abrazado la fe con gran
sincretismo, debido aún siguen practicando sus danzas animistas de
los enmascarados y también son grandes tomadores de alcohol lo cual hacen con
regularidad. Cosas que el Corán rechaza
en sus totalidad.
Podría decirse que los dogon viven su vida entre el animismo
y el Islam en un tiempo perdido donde no existe la autoridad, sino el espíritu
libre en un estado casi primitivo. La vida y la ley se rigen por medio de sus
antiguas tradiciones donde las aldeas se reúnen bajo una toguna (construcción
hecha de paja) para tratar los asuntos cívicos importantes donde el chamán u
hombre mágico tiene la última palabra.
La alegría y sencillez con que los dogones viven la vida,
indudablemente los ayuda a encarar los
duros retos de la vida, los cuales no son pocos en este lugar. Ya que el
conflicto armado ahuyento a los turistas, quienes son su principalmente de
ingresos. Las lluvias son cada vez más escasas y los pozos cada vez más secos.
Desde las alturas de los acantilados se puede
ver el implacable avance del desierto del Sahara anunciando con su lento
arribo un futuro incierto para su forma de vida.
Durante nuestra estancia en el dogon dormíamos en el techo
de alguna casa al aire libre. La gente era tranquila y amigable. Los niños me
recordaban mi infancia, pues todavía salen a jugar hasta el atardecer entre el
bullicio de sus habitantes, pues la
convivencia se intensifica durante el ocaso del día.
La razón principal por la cual visitamos el dogón, fueron
sus exóticas danzas de los enmascarados. Es por eso que le pedimos a Guindo
hablar con el líder de alguna aldea para organizar una danza.
La danza de los enmascarados puede tener diferentes
connotaciones dependiendo principalmente del tipo de máscaras. Además de que ciertas mascarás son endémicas
de una aldea en particular. Siendo una cultura tradicionalmente animista algunas de las danzas despiden a los
espíritus de los muertos para que estos no intenten tomar
el cuerpo de algún mortal. En
otras palabras la mascará sustituye al
cuerpo y esta es la poseída por el espíritu. Ciertas mascaras se resguardan en alguna construcción antigua de los
acantilados, hasta una nueva danza.
Otras danzas se realizan cada 60 años y en ellas los dogones cuentan la
historia de sus orígenes. Hoy en día y
con el objetivo de ganar un poco de dinero, los dogon realizan estas danzas
para los pocos turistas que visitan el área e inclusive dejan que las mujeres presencien
las mismas. Es decir las occidentales o
turistas, pues a este tipo de ceremonias
no deben asistir las mujeres y ni siquiera se les permite tocar las máscaras aun cuando
estas se encuentran en la entrada de su propio hogar. Esto para que los espíritus no penetren a las casas
y posean a alguno de quienes las habitan.
La aldea donde nosotros presenciamos la danza se llama
Andakada y se encuentra en una gran
meseta. Llegamos a tempranas horas de la
mañana y nos sorprendimos al ver que los niños huían de nuestra presencia ya
que en esta aldea en particular los dogones raramente ven algún visitante. Nos
recibió amablemente un hombre de edad
medianamente avanzada e inmediatamente despues, este subió a una parte alta
para llamar a los danzantes con los mágicos ritmos que emanaban de su tambor.
El frio viento del amanecer soplaba con gran fuerza
levantando el fino polvo del sahel, el cual se veía como avanzaba claramente
con la bella luz del amanecer, pareciendo ser los mismos mágicos ritmos del llamado que se adentraban
en las pequeñas chozas.
La aldea donde nosotros presenciamos la danza se llama
Andakada y se encuentra en una gran
meseta. Llegamos a tempranas horas de la
mañana y nos sorprendimos al ver que los niños huían de nuestra presencia ya
que en esta aldea en particular los dogones raramente ven algún visitante. Nos
recibió amablemente un hombre de edad
medianamente avanzada e inmediatamente despues, este subió a una parte alta
para llamar a los danzantes con los mágicos ritmos que emanaban de su tambor.
El frio viento del amanecer soplaba con gran fuerza
levantando el fino polvo del sahel, el cual se veía como avanzaba claramente
con la bella luz del amanecer, pareciendo ser los mismos mágicos ritmos del llamado que se adentraban
en las pequeñas chozas.