martes, 2 de septiembre de 2014

Semana Santa Raramuri


Las danzas y los tambores habían formado un ente vivo que respiraba y se movía a en forma autónoma.  Los danzantes habían perdido su individualidad en la embriaguez del tesgüino y se movían  en  trance como si solo formaran células de un nuevo ser.



En el norte de México y en el sur del estado de Chihuahua yace una tribu enclavada en medio de las montañas. Dispersos entre las barrancas, las mesetas y los cañones, se han convertido en parte esencial de paisaje. No como algo sobre puesto, ni como una edificación que se camuflajea en el entorno, sino como una parte indispensable de él. Es difícil imaginarse a esta sierra sin sus indígenas y a estos indígenas sin este accidentado terreno.  Llegar a estos remotos lugares y no ver a un tarahumara, sería como llegar a un bosque desbastado por la voraz tala del hombre, que ha perdido su esencia misma. 

Esta sierra se llama, la sierra Tarahumara, en honor a la tribu que se hace llamar de igual forma. Pero en realidad el nombre se ha deformado por el castellano, pues el  nombre original es el de los raramuris, que traducido al español quiere decir pies ligeros. 

Raramuris es una buena forma de autonombrarse, pues son conocidos por correr grandes distancias sin ni siquiera beber agua. Han ganado ultra maratones en varios lugares del mundo y hoy en día son víctimas del largo brazo del narcotráfico que los utiliza como cargadores o contrabandistas de droga corriendo con mochilas a través del desierto que abarca México y los Estados Unidos.


El primer contacto que los Tarahumaras tuvieron con  los europeos sucedió en 1606 por medio de los misioneros jesuitas.  Como en todos los casos de la conversión, los misioneros aumentaban en número  tras haber arribado a un lugar. En este caso  sucedió en lo que es hoy el valle de Cuauhtémoc, Chihuahua y  para  1632 esto causo  descontento entre los indígenas que desemboco en una revuelta, donde dos misioneros terminaron muertos.  Esto a su vez origino un fuerte movimiento de represión por parte de la nueva España.  Los Tarahumaras entonces se vieron obligados a esconderse internados en la sierra, dejando atrás los valles del norte de México. 

Al pasar el tiempo, comerciantes y agricultores Españoles, también se internaron en la sierra, obligando a trabajar a los indígenas en forma abusiva.  Fue entonces cuando los misioneros jesuitas construyeron iglesias en medio de la sierra y estas se convirtieron en un refugio de los abusados indígenas. De esa forma se gestó él  peculiar sincretismo de las creencias religiosas que practican los tarahumaras. 


Un elemento muy importante del sincretismo que se formó, se manifiesta durante la época de semana santa, que corresponde a la crucifixión de Jesús. Los tarahumaras que raramente se  congregan, pues viven dispersos en las montañas y cañones, en está ocasión se reúnen en las misiones más cercanas para celebrar. Llegan desde diferentes puntos  vestidos de colores, tras largas caminatas y desde tempranas horas los hombres empiezan a tomar tesgüino que no es más que una bebida de maíz fermentado. 

Durante todo el día y toda la noche beben y danzan en círculos sobre su propio eje y alrededor de la iglesia.  Por medio de estas danzas forman un cinturón o cordón de protección, hacia la casa de Dios y Dios mismo. 
Para los tarahumaras Dios se encuentra en un punto de debilidad debido a que el demonio lo ha hecho beber tesgüino y por medio de su guardia perimetral lo resguardan mientras se recupera.  Pues de no hacerlo así, este pudiera ser derrotado por el demonio y con él a todo el universo.

Esta festividad trata  primordialmente sobre el eterno conflicto  entre el bien y el mal, que empezó desde el  comienzo de todos los tiempos.
Para  los Tarahumaras la fiesta se llama comonorirawachi, que quiere decir cuando caminamos en círculos  Aun cuando la fecha coincide con semana santa y  es verdaderamente una fiesta religiosa y de gran espiritualidad, es meramente una fiesta pagana con tintes de catolicismo, pues imágenes de la virgen y de Jesús son cargadas por los guerreros del bien.  Los tarahumaras se dividen en dos grupos durante estos días.  Uno de ellos representa a los capitanes y soldados que pelean por las fuerzas del bien y los fariseos que pelean por las obscuras fuerzas del mal. 

El marco histórico u origen de estas fiestas es verdaderamente interesante, aunque creo que la experiencia personal es también muy importante y debe de ser narrada para complementar este blog. Por lo tanto narrare nuestra peculiar experiencia de la semana santa raramuri que ahora se encuentra enmarcada dentro de la cultura del narco. 
En muchas ocasiones he viajado a la sierra Tarahumara y de hecho conozco algunos indígenas y no indígenas que se encuentran dispersos en diferentes puntos de la sierra. Deje de viajar a este lugar poco antes de que el narcotráfico se tornara incontrolable ya en el año 2005 o 2006.  

Por primera vez en muchos años mi atención se enfocó en la fiesta de semana santa raramuri y debido a la situación del narcotráfico estaba dudando sobre si asistir o no.  Tal como  la festividad de semana santa, había una batalla interna dentro de mí. Por una parte quería compartir esta bella cultura y sus paisajes con mi esposa e hija y por otro lado el temor a los incidentes producto del tráfico de drogas que habían ocurrido en la sierra me detenían.  

El conflicto quedo resuelto tras una llamada a Mc Klein, un conocido  local de la sierra que vive en Creel y quién me dijo que definitivamente el lugar estaba tomado por grupos armados, pero que no molestaban a los turistas. 

Con una confianza ciega tomamos el ferry desde La Paz a Los Mochis y de ahí  el tren chepe  hacia  la sierra tarahumara.  Al llegar a Creel Mc Klein, nos había conseguido una camioneta para asistir a la festividad al día siguiente en Norogachi.  Norogachi es una pequeña población lejana que no conocía y se encuentra muy dentro de la sierra donde la festividad de los tarahumaras es la más  concurrida e intacta desde el punto de vista tradicional.

Durante nuestro  trayecto por la solitaria carretera, en realidad sentíamos un poco de nerviosismo y en las pequeñas gasolineras y tiendas rurales que se encuentran a lo largo del camino, las personas nos preguntábamos de donde veníamos y que hacíamos por allá. Asumimos que se trataban de los ojos y oídos del narcotráfico.
Al llegar a Norogachi buscamos hospedaje en la casa de una familia de jóvenes hermanos  que tenían una pequeña tienda rural. Antes de aceptar nuestra petición nos sentimos interrogados por los jóvenes. Fue entonces cuando nos dimos cuenta que en realidad la situación de seguridad era un factor a tomar en cuenta no solo para los visitantes, sino también para los residentes. Inmediatamente después nos sentimos totalmente acogidos por la calidez de la gente de la sierra, aunque la fiesta en realidad no tenía la concurrencia que se esperaba, debido al temor que despertaba la actividad de los grupos armados.   

El primer día observamos las danzas durante todo el día tomando fotografías y  antes del amanecer del siguiente día asistí nuevamente a la explanada de la iglesia para a ver las danzas durante el alba. El ambiente era totalmente diferente, pues los indígenas se encontraban totalmente ebrios y parecían estar en un estado de trance en el que la danza misma tenía vida propia. Muchos se encontraban tirados en la tierra debido al avanzado estado de embriaguez y las mujeres observaban desde un punto alrededor de la explanada con sus coloridas vestimentas. 

Después de un rato tuvimos las sensación de que no podríamos extraer mucho más de esta fiesta, tal vez porque eran  pocos los espectadores y danzantes. Por lo tanto decidimos intentar en otra pequeña iglesia en el cañón de Batopilas a unas 4 horas de distancia y tan solo a 70 km de Norogachi.  Yo ya había estado en Batopilas en años anteriores, pero no sabía exactamente donde sería la fiesta de semana santa. Partimos entonces  después del desayuno  y  tres horas más tarde estábamos entrando  al profundo cañón.  Dejamos atrás el bosque y sus coníferas para adentrarnos en un ambiente más desértico donde reinaban los cactus que se adornaban con las paredes del cañón y el rio Batopilas en segundo plano.  Así mismo la vestimenta de los indígenas que encontrábamos había cambiado. A diferencia de Norogachi donde los hombres vestían de blanco, en el cañón los indígenas utilizaban vestimentas de colores pasteles.

A medida que descendíamos por los sinuosos acantilados de las barrancas, se podían distinguir los indígenas con sus coloridos vestidos sobre el camino o paredes de los cañones desciendo también hacia algún lugar en el fondo. Después de transitar por un largo rato sobre el espectacular camino, ya a pocos metros arriba del rio,  casi en el fondo del cañón y poco antes de llegar a la población de Batopilas, vimos una pequeña iglesia del otro lado del rio. Algunos raramuris cruzaban un puente colgante que atravesaba el rio para poder llegar  hasta ella. Decidimos detenernos para ver si habría celebración en este lugar. Encontramos entre unos arbustos a un pequeño grupo de indígenas, algunos policías municipales fuertemente armados y ningún turista a excepción de un alemán que se encontraba acampando. Los indígenas bebían tesgüino y las mujeres  lo preparaban. En algunas ocasiones se paraban y se dirijan hacia la iglesia para caminar alrededor de ella mientras rezaban cargando la imagen de un santo. Así paso gran parte del día y nosotros nos sentíamos sumamente acalorados, por lo tanto decidimos comprar agua y cerveza mientras esperábamos en el rio el evento de los pintos.

Para mi sorpresa vi a un tarahumara que había conocido en mis previas visitas al cañón. El conocido como Chico estaba cruzando el puente colgante justo arriba de nosotros. Me acerque para  saludarlo y este me reconoció no por  mi nombre sino como Katún. Pues así se llamaba un negocio que tuve en el pasado y en el cual me dedicaba a llevar turistas mexicanos y extranjeros a la sierra de Baja California Sur y de Chihuahua. Chico me paso algunos chismes del área  y también me conto que el narcotráfico había ahuyentado a los turistas en forma dramática, cosa que era evidente pues en años anteriores y durante la época de semana santa, el rio batopilas se llenaba de campistas que venían desde la capital del estado.  Me platico que en algunas ocasiones bajaban de la sierra los del grupo “la línea” y los policías municipales se desaparecían por el miedo que estos infundían.  

La influencia de la cultura del narco era más que obvia, pues algunos de los tarahumaras tenían colgadas de sus hombros metralletas hechas de madera.
Ya a punto de atardecer, algunos indígenas bajaron al rio y empezaron a pintarse de blanco con  polvo extraído de las piedras del rio que mezclaban con agua. A diferencia de nuestra percepción del bien y el mal, los pintos representan al mal o al demonio, pues uno de ellos hasta tenía cuernos. Esto tiene todo el sentido del mundo si nos  adentramos en el mundo indígena, pues las experiencias que han tenido a través de su historia con el hombre blanco han sido en su mayoría negativas.


Así mientras se pintaban y a medida que terminaban, danzaban en círculos al ritmo de un violín. Por un momento nos dimos cuenta que estábamos viviendo una experiencia fuera de nuestro mundo en el fondo de un solitario cañón atestiguando un ritual indígena. Era simplemente maravilloso.

Ya casi obscureciendo llegamos a la población de Batopilas y mientras entrabamos, una camioneta de lujo y de último modelo se nos emparejo. Bajamos entonces los cristales del carro rentado y mientras ambos vehículos seguían en marcha, varios jóvenes armados se asomaron dentro de nuestro vehículo para ver de qué se trataba. Al darse cuenta que éramos tan solo una familia nos saludaron y aceleraron para desaparecer de nuestra vista.  Nos hospedamos en un pequeño y apacible hotel frente al rio para partir a tempranas horas de la mañana del día siguiente hacía Creel y tomar el tren de regreso a los Mochis al mediodía. Esa misma noche tuvimos la oportunidad de tomar el ferry de Los Mochis a La Paz y nos sentimos aliviados al llegar a casa al día siguiente.


martes, 19 de agosto de 2014

Timkat

En el momento que salió la procesión de la iglesia y los primeros monjes con sus brillantes túnicas estuvieron fuera, su presencia  anunciaba que el arca estaba por salir. En menos de un segundo estaba el monje con el arca frente a mí y por un momento pareciera que todo se quedo suspendido para después explotar en desenfreno, vitoreos, tambores y baile alrededor. El Timkat había comenzado.

El Timkat es una fiesta religiosa  del cristianismo ortodoxo que se celebra en el norte de Etiopia. Timkat  es una palabra en Amárico (lengua o escritura etíope) que en español significa ‘bautizo’. También conocida como Epifanía, evoca esencialmente el bautismo de Jesús en las aguas del rio Jordán, que convoca a cientos de peregrinos y religiosos que acuden a diferentes ciudades de Etiopia para celebrarlo, siendo las principales Addis Abbeba (la capital), Gonder y Lalibela.

 Los sacerdotes celebrantes visten  túnicas y portan sombrillas de finas telas y brillantes colores,  en una peregrinación que recorre desde cada iglesia del pueblo, hasta una alberca (piscina) gigante que representa al rio Jordán. En el centro  del tumulto de peregrinos,  un hombre carga sobre su cabeza el Tabot adornado con coloridas telas, alegoría del Arca de la Alianza, pues durante las festividad
revive la historia o leyenda sobre la transportación del Arca desde Jerusalen a Etiopia.

Los grupos de sacerdotes son presididos  por jóvenes religiosos elegantemente ataviados que tocan tambores y diferentes instrumentos, mientras toda la población baila y vitorea a su alrededor, en una velada que se prolonga hasta la mañana siguiente. El evento cierra con broche de oro  en una solemne misa concelebrada que culmina con el bautizo, alegremente representado por los jóvenes que se zambullen estrepitosamente en la piscina lanzando agua por doquier a los espectadores del cómico espectáculo. La fiesta del Timkat se  celebra el 19 o 20 de Enero de cada año según nuestro calendario, pero que corresponde al décimo día del Terr del calendario Amárico.

                                                        
 Así de simple puedo explicar en que consiste esta festividad religiosa, pero la historia de como fui atraído a esta festividad en la cual viajamos mi esposa e hija es mucho mas compleja.

Hace ya muchos años había visto en diferentes revistas y documentales imágenes del timkat. Solo puedo recordar las sombrillas y túnicas finamente decoradas que vestían a los monjes africanos en aquellas imagenes.  Ni siquiera puedo decir que empataba esas imágenes con Africa, pues el verdaderamente viejo continente lo tenía estereotipado con animales exóticos y tribus semidesnudas.    

Aun así y sin saber como describirlo algunos pensamientos sobre Etiopia iban y venían a mi cabeza como un posible destino para el futuro.  No fue hasta que en una librería fui atraído por un libro sobre la historia de este país. Al comprarlo y después leerlo entonces  se revelo ante mí  algo compárable  a cuentos o  leyendas  que todos hemos escuchado más de una vez,  en las cuales  se hablan sobre tierras lejanas,  dragones, reyes, príncipes, caballeros, castillos y fortalezas escondidas.


Etiopía es un lugar único y totalmente diferente a los demás países de África. Primordialmente porque es la única  nación del continente que jamás fue colonizada por ninguna potencia europea y por su peculiar historia, la cual incluye un imperio del mundo antiguo. Además de que sus creencias han prevalecido a través del tiempo aun cuando a corta distancia se encuentra Arabia Saudita y La Meca. Cuna de Mahoma quien logro sembrar los principios del Coran por  muchos lugares de Africa, todo medio Oriente y partes de Asia incluyendo a China, pero realmente poco pudo penetrar el Islam a Etiopia que defendió sus creencias siendo prácticamente vecinos de la religión. 
La historia del norte pareciera un pergamino perdido en algún monasterio,  que espera ser encontrado para narrar con sus singulares vestigios,  fantásticos mitos y  leyendas, una historia inverosímil sobre un imperio perdido.
Todo empieza con el imperio Aksumita, que  alcanzó su esplendor entre los años 200 a C. y 400 de nuestra era. Fue uno de los imperios más grandes del mundo antiguo y  abarcó el norte de la hoy Etiopía, toda Eritrea, gran parte de la frontera con Sudán y el sur de la península arábiga hasta Yemen. La capital del imperio se encontraba en la hoy también ciudad de Aksum, cercana a frontera de Eritrea en el norte de Etiopía.
Poco se sabe de este imperio antiguo en realidad, pero se cuenta que durante los viejos días previos a la fundación del imperio, un día invadió la ciudad  una gigantesca  serpiente  llamada Wainaba, la cual sembró el terror entre sus habitantes apoderándose del trono por 400 años. Siendo Wainaba una fiera temperamental y peligrosa, la única forma de aplacarla era alimentándola con leche y  mujeres virtuosas aun no tocadas por  hombre alguno. Finalmente la salvación llegó personalizada en un hombre llamado Angabo, que llegó desde las costas del Mar Rojo.  Angabo propuso al pueblo matar a la bestia y acabar con el sufrimiento,  a cambio del trono del imperio. El pueblo aceptó de forma de inmediata y entonces  este enfrento  a la criatura no como un guerrero, sino como un astuto adversario que le dio a beber a la serpiente leche de cabra envenenada, acabando así con la despiadada y gigantesca serpiente.
El pueblo de Aksum cumplió su promesa y Angabo  vivió el resto de sus días como el gran monarca del pueblo; Echó raíces dejando una huella de su misma sangre:   Makeda, su hija, quien con el tiempo se conocería como la reina de Saba. 
Saba durante sus días como reina, viajó a Jerusalén atravesando el Mar Rojo y la península arábiga, hasta Jerusalen, para conocer y honrar  al gran rey Salomón, de quién había escuchado sobre su gran sabiduría.
Salomón no solo era un hombre de gran sabiduría, sino que al parecer también  de grandes encantos, ya que  al retornar a Aksum, Saba se dio cuenta de que estaba embarazada de él dando a luz un hijo que llamaría  Menilek. Al pasar el tiempo y cuando Menilek era ya un monarca, él viajó también a Jerusalén, con el objetivo de conocer a su padre. Salomón aceptó gustosamente a este hijo  y  como manera de honrar el vinculo de sangre que existía entre ellos, entregó para su cuidado el Arca de la Alianza, la que fue trasportada a la hoy Etiopía y supuestamente aun resguardada en una de las iglesias de  Santa María de Sión en Aksum.  

Cabe mencionar que el arca de la alianza supuestamente  resguarda en su interior los 10 mandamientos revelados en piedra por Dios a  Moises en el monte sinai.  El arca de la alianza simbolisa el vinculo creado tambien entre Dios y su pueblo, y fue fabricada según las instrucciones que Dios dio a Moises.
Es así como se introdujo el Judaismo  al imperio. Según el historiador  eclesiástico bizantino Rufino  afirma que la llegada del cristianismo ocurrió de manera accidental desde las costas del Mar Rojo,   gracias a un mercader sirio que regresaba a casa con dos estudiantes cristianos, después de un largo viaje por la India. Teniendo que parar forzosamente en África para reabastecerse de agua, este hombre y sus estudiantes  ejercieron  una gran influencia con sus nuevas creencias religiosas en estas lejanas tierras, llegando inclusive a codearse con los monarcas,  a tal punto que los indujeron a adoptar este credo religioso.

Esto fue parte  de lo que  transformo ese libro en una   invitación irresistible para viajar a esta lejana tierra y me tomo un minuto en convencer a mi esposa e hija, pero meses de planeación para poder materializar el hecho de llegar a Etiopia.
Llegamos a Etiopia el quince de Enero del 2012 y   escogimos Lalibela para pasar el Timkat. Lalibela,  es una pequeña población de 14.000 habitantes y  que solo puede existir  en  la  más creativa imaginación de un escritor de cuentos de hadas. Es de gran importancia para la religión  cristiana ortodoxa y es conocida como la Nueva Jerusalén. Hoy es un centro de peregrinaje,  que en la antigüedad era conocida como Roda durante la dinastía Saje. Las iglesias en roca fueron construidas por el rey Lalibela en el siglo XII,  en respuesta a la invasión de los musulmanes a Jerusalén. Al morir el monarca, la ciudad fue nombrada como su rey para honrarlo por su creación.

 Narra la leyenda sobre la antigua Roda que el rey Lalibela fue envenenado por su hermano y que durante su estado inconsciente,  unos ángeles lo llevaron al primero, segundo y tercer cielo donde vio una ciudad construida con iglesias esculpidas en piedra, lo que lo inspiró para empezar con su proyecto.
 Cuando Francisco Álvarez, capellán de una embajada portuguesa, viajó por Etiopía entre 1520 y 1526 y sus ojos occidentales vieron por primera vez a Lalibela,  hizo una descripción detallada de las iglesias terminando su escrito, así: "No quiero escribir más acerca de estas obras, porque temo que si escribo más, nadie me va a creer… Pero juro delante de Dios, en cuyas manos estoy, que todo lo que escribí es verdad y que la verdad es mucho más de lo que he escrito”.    Talladas en roca viva bajo la superficie de 10 metros de profundidad y  rodeadas por grandes patios y túneles  que conectan entre si las edificaciones, las iglesias dan la sensación de estar en otro planeta o tener una visión surrealista.  


El primer día de la celebración nos levantamos temprano y caminamos por largo tiempo por el pueblo visitando sus iglesias esculpidas en roca.  Bet gyorgys, Bet Amanuel, Bet Merkorios etc pero  el ambiente de fiesta se cocinaba a fuego lento. Tomamos algunas fotos y asistimos a algunas misas al aire libre. Viejos monjes y monjas iban y venían o se paraban a rezar frente a las suásticas esculpidas en las fachadas de las iglesias. Fue en forma espontanea y natural que nos sentamos en la parte superior de la roca y viendo hacía la facha de Bet Mikael donde descansamos y finalmente esperamos la procesión. Monjes iban y venían pero nada sucedía. Solo se amontaban personas y mas personas a las afueras de las iglesias para esperar el principio de las respectivas  procesiónes. Locales, peregrinos y turistas occidentales tapaban todas las vistas posibles para al evento.

De un momento a otro pude ver desde el punto superior donde me encontraba a los monjes que salían de la iglesia con el Talbot y tenían que cruzar un túnel para salir a las calles. Me despedi de mi esposa y le dije que la veria mas tarde en el hotel. Hice una serie de movimientos poco anticipados o planeados para brincar desde la roca superior a las calles y sin darme cuenta cai justo a la salida del túnel. Empezaron a salir los monjes y todo se convirtió en una verdadera locura. Todos corríamos alrededor y los policías empujaban a quienes nos atravezabamos. Eran solo segundos para correr y parar para tomar fotos, cuando tenias que adelantarte de nuevo a la procesión entre cientos de personas. Unos caian entre las rocas y vi personas lastimadas a mi alrededor pero en forma frenética yo solo seguía corriendo hasta el punto de que no se podía pasar mas. 

En realidad no se como sucedió pero de un momento a otro estaba corriendo tras un niño etíope en un cerro que estaba justo a un lado por donde pasaba la procesión. Corriamos entre callejuelas para poder adelantarnos a la procesión. Las pequeñas calles o pasadizos estaban rodeadas de humildes casas con techos de hierba y emplastadas con lodo. Llegamos a un punto muerto al encontrarnos  a la entrada de una casa, donde una señora se resisistia a dejarnos pasar para poder llegar al otro lado del cerro. Le ofrecí dinero y la señora tomo los pocos birs que le ofrecia con una mano, pero en cuestión de segundos eran tantas manos y tantos birs que  le dejaban en su mano la turba que venia tras de mi, que pronto tuvo que usar las dos manos para tomar el dinero descuidando la puerta por donde entramos estrepitosamente entre su ropa colgada en los tendederos. Al llegar al otro lado, nos dimos cuenta que nos encontrábamos en el principio de otra procesión donde no había tanta gente. 
Las fotografías fueron mucho mas comodas pero pronto nos juntamos todas las procesiones de las diferentes iglesias y el caos esta vez era gigante.
Nunca desistí y me acercaba a los monjes corriendo hacia atrás casi incado tomando fotos. Los policías me sacaban de entre los monjes  riéndose de mi absurda insistencia. No fue ni la insistencia de la policía, ni el impasable número de personas los que me hicieron detener, sino el cansansio extremo, pues sentía que mi corazón estaba por salirse del pecho, debido a  los cambios súbitos de ritmo  para poder adelantarme a la procesión detenerme y fotografiarla para seguir corriendo hacia atrás etc. 
Fue hasta la noche cuando fui con mi esposa para tomar fotos entre los músicos que se encontraban acampando donde sería la misa final.
Al otro día asistí temprano para la misa antes de la representación del bautizo y esta termino con una desbordante alegría entre los presentes que se mojaban en la alberca que representaba el rio jordan.
En la tarde decidimos tomarlo mas tranquilo y esperamos la procesión de regreso que dejaría el tabot en Bet Gyrogis. Bet Gyorgis es la iglesia más representativa de Lalibela y desde mi punto de vista la mas bella. El techo de la misma tiene la forma de una cruz que se asoma en la roca gigante donde fue esculpida. Para aproximase a  ella hay que pasar por una seria de tuneles hasta  una explanada bajo la piedra y frente a la imponente fachada de la iglesia. 
Una vez terminada las procesiones donde se resguardan los tabots en sus respectivas iglesias se realizan algunas misas y el evento termina.
Nosotros pasamos dos noches mas en Lalibela para disfrutar de la belleza del pueblo sin tantos turistas y después seguimos viajando a la región de Tigray. 

Monlam Chenmo


Todavía se encuentra obscuro. El aire es tan helado que no soporto los ojos; Lo único que llevo descubierto al ambiente. En cada paso oigo como se rompe la nieve contra el pavimento bajo mis botas. Delante y tras de mi hay pequeños grupos de peregrinos caminando lentamente hacia el monasterio. Al acercarme a las pequeñas estupas, veo diminutas luces de cientos de peregrinos que se mueven. Las plegarias y oraciones forman un fuerte murmullo colectivo que me arrulla y me proporciona un cálido sentimiento.
De pronto estoy dentro de las interminables hileras girando los molinos de oración. Otros se arrastran entre el hielo y la nieve al realizar sus plegarias, mientras el cielo empieza a dar los primeros signos del alba.
Los primeros rayos de sol, parecieran cuchillos de hielo atravesándome de lado a lado. El ambiente está a -18 C.  Es como un sueño, algo irreal, fuera de este mundo o cuando menos de mi mundo. En ese momento me doy cuenta que me encuentro muy lejos. Estoy en Xiahe girando los molinos de oración frente al monasterio Labrang mientras realizamos el kora durante el Monlam Chenmo.

Fue durante el caluroso verano del desierto de Baja California, que decidí asistir al Monlam Chenmo en Xiahe, China. Nunca me imaginé las gélidas temperaturas que enfrentaría ese próximo febrero. 

Recuerdo que volé de Beijín a la ciudad de Lanzhou y minutos antes de aterrizar me asome por la ventanilla. El paisaje era intimidantemente blanco por la nieve lo cubría.

Al salir del aeropuerto, el chofer contratado por el hotel me esperaba con un letrero que tenía escrito mi nombre. El chofer solo hablaba Mandarín o Cantones, por lo tanto no pudimos intercambiar palabras durante cinco horas hasta llegar Xiahe. Primeramente pasamos por la ciudad de Lanzhou la cual me pareció un cuadro apocalíptico. Las chimeneas gigantes de las fábricas arrojaban humo contaminante justo al lado del rio amarillo. Del otro lado del rio, decenas y decenas de edificios de departamentos surgían de la ciudad,  que entre ellos se tapaban las vistas del marchito paisaje. Algunos atrapados en el medio de otros, tal vez nunca ven la luz del sol. Así nos alejamos de la ciudad y poco a poco nos encontramos rodeados de montañas cubiertas de hielo y nieve costeando el rio amarillo.  Atravesamos muchos pueblos de los cuales siempre surgían de entre las construcciones mezquitas de diferentes tamaños y diseños. Siempre influidas por la arquitectura china. Estoy seguro que muchos de esos pueblos se encogerán muy pronto, pues la carretera por la cual nos desplazábamos, estaba pronta a ser remplazada por una súper carretera elevada y a veces subterránea que atravesaba las montañas siempre por un costado o por arriba de los pueblos.
Empezó a nevar hasta el punto de que la misma carretera estaba cubierta de nieve, y el chofer tuvo que poner cadenas en las llantas pues vimos algunos accidentes. En alguna población pude entender que los policías habían cerrado la carretera debido al peligro que representaba la nieve. Fue entonces que el chofer manejo por pequeñas calles y muy pronto estábamos por caminos alternos que más adelante se comunicaban con la carretera principal.  Con señas acorde con el chofer para comer en algún lugar y paramos en el restaurant de unos simpáticos musulmanes donde nos dieron un caldo o sopa low mein, para después regresar al fuego de su pequeña estufa en el piso.  

Finalmente entramos en el área budista y atravesamos las
fronteras hacia la china tibetana, para llegar a Xiahe,  en la provincia de Ganzu . Esta pequeña población se encuentra ubicada a 3,000 metros sobre el nivel del mar y es el hogar del monasterio Labrang,  el cual es uno de los 6 más  grandes    monasterios de la orden Gelugpa y que fue fundado en el año de 1709 .


Había gran actividad en el pueblo debido a la celebración del Monlam Chenmo y había nevado comparativamente poco en esta área en particular.
El Monlam Chenmo o festival de la oración es una de las festividades mas grandes del Tibet. La celebración ocurre a partir del tercer al décimo séptimo día del mes lunar. Empezando dos días después del Losar que es el primer día del año nuevo Tibetano.
Esta celebración ocurre regularmente durante los finales de Febrero y principios de Marzo y fue prohibida durante la revolución cultural. Hoy se celebra bajo un ambiente de tensión, donde la policía y antimotines contrastan con la resentida paz de los monjes. 

Durante cualquier epoca del año pero principalmente en esta festividad los peregrinos caminan y en ocasiones se arrastran en círculos alrededor del monasterio en la misma dirección que las manecillas del reloj. A esto se le conoce como el kora y este kora consta de 3 km, en el cual giran los molinos de oración, entran en pequeñas capillas, reverencian las estupas y se adentran en otras dos capillas más grandes.



Yo arribe a Xiahe para presenciar y documentar los últimos cuatro días que son los más importantes.                                                                                                                           

Durante el décimo tercer día después de una procesión matutina un grupo de monjes lleva a la cima de una montaña un tanka gigante enrollado, el cual es desplegado sobre la cara de la montaña misma. Monjes y turistas chinos los acompañan también. Todos esperando la procesión al pie de la montaña y cuando esta llega, el lugar se convierte en un caos. Monjes en un estado mental muy lejano al nirvana repelen  a los fotógrafos seguidores empujándolos con mucha agresividad. En mi caso particular, yo entre a la procesión y empujaban con fuerza y en más de dos ocasiones caí sobre la cara de la montaña entre la nieve, pero había viajado desde muy lejos como para dejar que algunos empujones y amenazas me amedrentaran pues a medida que avanzaban la ocasión se extinguía.                                                                                                                              
Una vez que el tanka es desplegado los chinos con su equipo profesional de fotografía capturaban imágenes del evento, mientras los monjes y nómadas se tenían que conformar de hacerlos con sus tablets. No olvidemos que la sociedad China es de alta tecnología que se introdujo hasta los más recónditos monasterios del Tíbet. 




En el catorceavo día hay una serie de danzas frente al monasterio labrang con hombres  enmascarados donde Yanka el señor de la muerte protagoniza el evento. Yo llegue antes del amanecer para tomar un buen ligar y tuve que esperar sentado por horas hasta que empezaran las danzas. Había dos hombres cubiertos por una túnica rayada y una mascara gigantes que representaban un felino, el cual se encargaba de que los presentes permanecieran sentados a base golpes con la mascara gigante. La represión China es parte de la vida cultural hasta en los eventos tradicionales.                                                                                                                                                               

El particular sonido de las trompetas y tamborazos me transportaban a mi tierra, donde en el pasado había escuchado ese sonido por medio de algún video musical y mi mente me transportaba a donde me encontraba ahora. Estaba viviendo mi sueño en ese momento.                                                   
En el quinceavo  día y en el atardecer hay un despliegue de veladoras y oraciones frente al monasterio. Es en realidad una escena muy pacífica y de silencio. Comparada a  la vida misma, donde a veces  se requiere de sufrimiento, para poder valorar un momento de paz,  ya que en este día había que lidiar con la policía antimotines Chinos que no dejaba penetrar el lugar y por medio de las macanas indican otra dirección a seguir,  hasta que finalmente y después de mucho tiempo, sin saber cómo llegas al patio del monasterio.

El décimo sexto día la estatua maitreya es llevada alrededor del monasterio en un desfile de monjes.
En la población misma la vida era mucho más mundana. Creo que escuche en las afueras del hotel la canción ganga style por cuatro días consecutivos sin parar, la cual era bailada por los jóvenes y niños nómadas en las afueras del establecimiento comercial donde la tocaban. Venta de suvenires tibetanos y restaurantes que daban comida caliente como los momos de carne que eran fabulosos.
Creo que durante los cuatros días vi cuatro occidentales entre las multitudes y en los restaurantes los para mi exóticos nómadas tibetanos me fotografiaban con sus celulares como algo exótico.
El último día el bullicio llego a su fin y yo respiraba un triste aire de soledad y nostalgia en el  ambiente, pues las multitudes habían desaparecido evidenciando el fin del monlam chenmo 2014, era hora de regresar a Beijing y de ahí a  a casa.